Ahora que se empieza a disponer de cierta distancia para mirar lo acontecido desde el inicio de la crisis sanitaria, se ha hecho evidente que el boom de las GAFAM no es una mera burbuja, sino que Amazon, Facebook, Google y compañía proseguirán su ascenso. El Covid-19 tan solo lo ha acelerado.
Las previsiones de aquéllos que apuntaban que las cuentas de la GAFAM se deshincharían a medida que la normalidad volviese no se están cumpliendo.
A diferencia de lo que ha sucedido con Netflix, cuyos últimos resultados han sido decepcionantes, el comercio electrónico y los servicios web prosiguen su avance en Estados Unidos, cuna de Amazon y su principal mercado todavía hoy. Y es bien sabido que lo que sucede en América del Norte llega siempre a Europa con algo de retraso.
Los últimos resultados publicados de Amazon (primer trimestre de 2021) reflejan un incremento del 44% de sus ventas por comercio electrónico. Ademas, reflejan una progresión del 64% de sus servicios de almacenamiento en la nube (cloud) y de un 77% en el caso de su rama publicitaria, lógicamente vinculada a su titánica tienda en línea.
¿Como explicar este auge si la economía norteamericana ha estado abriéndose sin cesar desde entonces?
La razón se encontraría en un cambio de hábitos de consumo que la pandemia ha reforzado.
El cliente que se ha habituado al comercio electrónico en vez de la tienda física, a Glovo en vez del restaurante o la cocina en casa, o a la suscripción de Netflix en vez del cine, es más susceptible de recurrir a la opción mas cómoda también en el futuro
El cliente que se ha habituado al comercio electrónico en vez de la tienda física, a Glovo en vez del restaurante o la cocina en casa, o a la suscripción de Netflix en vez del cine, es más susceptible de recurrir a la opción mas cómoda también en el futuro. Que se pase o no al 100% a la alternativa digital dependerá de cada persona, pero es seguro que en prácticamente todos los casos, ésta ultima ganará terreno.
Parece evidente que el crecimiento de Amazon se moderará a medio plazo (algunos analistas apuntan a un 15% para el 2022), pero de ningún modo la tendencia cambiara de signo.
Estos últimos años han permitido a Amazon alcanzar el 12% del mercado del comercio electrónico (o e-commerce) mundial, convirtiéndose en el líder indiscutible del sector. También ha aumentado de forma espectacular su beneficio neto, multiplicándose por tres estos últimos tres meses. Este estado de madurez ratifica definitivamente la insólita apuesta que hizo su fundador, Jeff Bezos, hace ya cerca de 30 años.
Amazon seguirá creciendo porque tiene todavía mucho mercado por conquistar. Pero también porque opera en un sector que, año tras año, se queda con partes de aquél tradicionalmente ocupado por el comercio físico. Y aquí es donde llega la cuestión preocupante: ¿este modelo de crecimiento es realmente bueno para la economía y la sociedad en general?
A primera vista, y siguiendo al pie de la letra la teoría de la destrucción creativa del economista austríaco Joseph Schumpeter, diríamos que sí. Si el comercio digital gana posiciones ante el tradicional, es porque se trata de una «mejora» respecto a éste ultimo, necesaria e inevitable, y que supondrá por lo tanto una mejora en eficiencia.
No obstante, hay que observar detenidamente lo que se está destruyendo y lo que emerge en su lugar.
Por un lado, se está arrinconando a miles y miles de pequeños propietarios independientes, mientras que por otro lado se construyen imperios que emplean a centenares de miles de trabajadores, en su inmensa mayoría con sueldos bajos. Amazon, por ejemplo, ha incorporado a más de medio millón de nuevos empleados estos últimos 12 meses en todo el mundo.
Por un lado, se presiona a cines, teatros, bares y restaurantes. Se trata de importantes espacios de socialización que contribuyen a reducir la soledad de muchas persones, jóvenes o mayores, que viven hoy en día sin familia (la individualización de la vivienda es otro gran fenómeno de nuestra era). Por el otro lado, aparece la posibilidad de encargar y recibir productos de todo tipo sin ni siquiera salir a la calle, reforzando así adicciones ya existentes y generando nuevas dependencias. Sin mencionar la pereza que estos servicios alientan entre quiénes abusan de ellos.
Esta falta de vínculos sociales no solo afecta del lado de la demanda sino también a muchos trabajadores de la nueva economía digitalizada. Para los conductores de Uber o los repartidores de Glovo, el alardeado trabajo en equipo simplemente no existe. En muchos casos ni siquiera aparece un cierto sentido de comunidad, como sucede tradicionalmente entre los taxistas. Todo depende de instrucciones impersonales recibidas por móvil.
Además, los gigantes tecnológicos ahogan algunas de las iniciativas empresariales más prometedoras de nuestro tiempo, con los ingentes (pero incalculables) costes de oportunidad que ello conlleva. Es sabido que Amazon detecta productos que se venden particularmente bien en su propia tienda en línea, y luego los neutraliza lanzando su propia marca que se vende más barata en la misma plataforma. Todo esto es posible gracias a un ejército compuesto por los mejores analistas de datos y ingenieros informáticos del mundo dedicados a identificar y predecir el comportamiento de cada cliente.
Otros actores, como Microsoft o Facebook, tienen la previsora tendencia de comprar potenciales rivales antes de que se desarrollen. A veces el objetivo es integrar sus innovaciones, pero en otros casos el único fin es aplastar todo atisbo de competencia.
No es seguro que los numerosos puestos de trabajo que las GAFAM crean compensen el valor de lo que se está destruyendo
Así pues, no es seguro que los numerosos puestos de trabajo que las GAFAM crean compensen el valor de lo que se está destruyendo. No se puede decir con certeza que estemos ante un ciclo de destrucción creativa. Quizás más exacto sería afirmar que se trata de un nuevo modelo económico que no solo concentra la riqueza de forma inaudita y destruye potenciales de crecimiento, sino que además debilita los vínculos sociales.
Un modelo económico, en definitiva, que favorece todavía más la desvinculación de nuestra sociedad.