Escuchar la experiencia de unos voluntarios de ACNUR, te pone ante un drama humano brutal. Decían, que vieron como unos niños de unos cinco años, acarreando un saco de arena de unos 25 kg, hasta unas obras. Se ayudaban con un patinete. El saco pesaba más que ellos, y si el saco caía del patinete, entre todos lo volvían a subir, todo ello para llevar el equivalente de 30 céntimos de euro a su familia.
Te dan ganas de que alguien te cuente el tras fondo de esta situación en la R.D. del Congo, pero no porque te expliquen que pasa, que esto ya se ve, sino porque pasa lo que pasa, que eso no lo cuentan los medios de comunicación, por no airear los abusos de las potencias occidentales en el tercer mundo.
Y con esta realidad medio encriptada, se nos hace creer que el nivel de nuestro consumo, medirá nuestro nivel de vida. Pero … ¿Qué es el nivel de vida? Se nos dice que es la capacidad de acceso a los bienes de consumo. Pero la realidad es otra.
EL nivel de vida sería la claudicación ante las propuestas que nos hace el mercado, a consumir más y más. Ahora, con las compras extras de las fiestas, y el «Black Friday» que nos recuerda impúdicamente aquellos viernes que los esclavos negros sueltos, eran vendidos a mitad de precio, se nos propone grandes descuentos para que compramos y compramos cosas, que seguramente no necesitamos.
Ahora hay que atreverse a hacer un cambio. Pasar del nivel de vida, a la calidad de vida. Aquella vida que nos resulta grata, que podemos vivir sin prisas, donde podemos tener un tiempo para cada cosa. Es como el camino que va del consumismo a la austeridad, seguramente no será un camino corto, no lo haremos de un día para otro, tal vez no lo llegaremos a hacer nunca, pero en la medida que nos liberamos a poco a poco, de la manía del consumo, descubrimos que se puede vivir de otra manera.
Se trata de recuperar aquel juicio que nos hace ver que es fundamental, y que es innecesario. Si conseguimos esta liberación, encontraremos en nuestro interior un espacio libre para reencontrarnos, primero con nosotros mismos, después con los otros, con todos los demás, y hacer de este encuentro, la fiesta de la estimación recíproca.
Después debemos levantar la cabeza, reverenciar y respetar el entorno que nos rodea, este espacio que es la casa de todos. Si lo ensuciamos, rompemos el delicado equilibrio que regula los mecanismos de la Tierra. Este magnífico planeta, tan generoso con nosotros, no merece este mal trato. Habrá que tener el coraje de aprender a vivir mejor con menos.