No somos conscientes de la cantidad de tiempo que trabajamos para pagar a las administraciones públicas. Naturalmente éstas lo devuelven, sobre todo en servicios, pero seguramente deberíamos ser más exigentes al constatar si lo que recibimos cumple en una medida suficiente con criterios de eficiencia, y por otra parte si es necesario gastar en todo lo que se gasta y en la proporción adecuada.
Viene a cuento esta reflexión por la información publicada de la Fundación Civismo, que establece los días que se trabaja para pagar a la propia Comunidad Autónoma. Cataluña es el lugar donde los ciudadanos dedicamos más días para sufragar los gastos de la Generalitat. Concretamente 201 días. Si lo contamos a partir del 1 de enero, hasta finales de abril todo lo que ganamos le entregamos a la Generalitat. Es mucho tiempo y no es evidente, comparado con las demás autonomías, que recibamos más y mejores servicios. Si a este hecho le añadimos lo que pagamos al estado y a nuestro ayuntamiento, que en el caso de la ciudad de Barcelona es mucho, resulta que cada uno de nosotros trabaja entre 5 meses y medio año si vive en Barcelona, y sólo a partir de la segunda mitad del año lo que gana sirve para nosotros y nuestra familia.
Una conciencia cívica razonable se esforzaría en reclamar datos, claridad y transparencia, porque en definitiva lo que estamos haciendo es entregar la mitad de nuestra vida al gobierno de turno y eso es mucho y hay que saber con exactitud a cambio de qué .
Y este a cambio de qué, no parece ir por buen camino si damos por buena la información dada por La Vanguardia sobre la ejecución de los presupuestos de la Generalitat. En los 10 años que van de 2010 a 2020, la inversión que debe realizar la Generalitat se ha hecho efectiva sólo en dos ocasiones, considerando que efectivo significa que se ha gastado el 90% o más de la cantidad presupuestada.
Podríamos dar también por bueno en el último año, en 2020, cuando la cifra de ejecución ha alcanzado el 89%. Los anteriores fueron 2014 (97,5%) y 2011 (124,9%) porque se gastó mucho más de lo presupuestado, lo que fue posible precisamente por la falta de ejecución de los períodos anteriores. Por tanto, en los presupuestos que nos presenta la Generalitat en materia de inversiones, en la mayoría de ocasiones, se gasta bastante menos de lo previsto y esto es una manifestación clara de ineficiencia .
Más aún si se considera que en todo este período, que comienza en 2010, en cuatro ocasiones el presupuesto se ha prorrogado, es decir, ha habido años que no se ha incrementado y, por tanto, la inversión ha sido menor de la que podía ser por razón de la prórroga. Fue especialmente importante la prórroga de 2018 y 2019, porque mantuvieron la cifra de la inversión prevista en el último presupuesto aprobado, el de 2017, que en cuanto a la inversión pública fue de 1.058,1 millones. Pues bien, a pesar de esta continuidad en el gasto, en 2018 no se logró llegar al menos al 90% en la ejecución y se quedó en el 76,5%, y en 2019 sucedió algo parecido y sólo se realizó el 84% de lo presupuestado.
A pesar de este hecho, los presupuestos de la Generalitat siempre han tenido déficit y entonces cabe preguntarse qué ha pasado con los mecanismos internos de gasto, donde se ha gastado más de lo previo, porque está claro que en las inversiones no ha sido así.
En cualquier caso la conclusión es clara: pagamos mucho y estamos mal servidos .