No se deje engañar con las cifras del gran crecimiento económico español comparado con el resto de la UE, que ahora es el mantra que nos venden.
Es cierto que el crecimiento del PIB de 2023 ha sido de los mayores de Europa, pero hay que prestar atención a que estas cifras son siempre valores relativos, porcentajes referidos al año anterior, por tanto, lo que crece de un año al otro. A partir de este recordatorio, hay que entender que debido a la cóvid-19 en 2020 el PIB español se derrumbó, decreció mucho más que el de la UE. Además, nos hemos recuperado mucho más lentamente para llegar al PIB que teníamos en 2019 y, al ir atrasados, los últimos crecimientos nos parecen mayores. Las cifras por el período nos ilustran con claridad que no es así.
Entre 2019 y 2023 el PIB de España creció un 5,3%, mientras que el de la UE lo ha hecho un 12,7%. Casi dos veces y media más que el español. De hecho, el aumento medio de España de este período es de sólo un pobre 1,3% y se distribuye de forma muy irregular con una caída del 10,9% en 2020 y una recuperación no del todo suficiente en los dos años siguientes. Esto ha hecho que en 2023 creciéramos un 2,5%, pero vistas las cifras es evidente que en los últimos cuatro años hemos retrocedido en relación con la UE.
A este hecho hay que añadir un segundo que viene de lejos y que es el pobre crecimiento de la renta de las personas de España. Entre 1999 y 2023, es decir en lo que va de siglo, el PIB de España ha crecido un 161%. Pero si lo distribuimos, este crecimiento por cada persona, el aumento ha sido menor, sólo en un 127%. Esto significa dos cosas, si sólo nos referimos al PIB no tendremos una idea clara de cómo va la economía de los ciudadanos, la de nuestros bolsillos, porque ésta mejora mucho más lentamente que la ola global. También significa que este aumento extraordinario a lo largo del actual siglo ha sido generado por un aumento también extraordinario de la población a consecuencia de las grandes oleadas migratorias que se han registrado, pero no gracias a una mejora de la productividad, que es lo que realmente se traduce en una mejora de la renta per cápita.
Pero, si además, consideramos que estas cifras de crecimiento se refieren a lo que se entiende como PIB nominal que significa que lleva incorporado el aumento derivado de la inflación, el resultado real todavía resulta peor porque, si del crecimiento de la renta per cápita descontamos la inflación acumulada en el período 1999-23, resulta que la renta de la gente en relación con lo percibido en 1999 apenas se ha movido del lugar. Este hecho explica por qué España va retrocediendo posiciones en el ranking europeo de la renta por personas en lugar de mejorarla.
Esta situación contrasta mucho con los dos períodos iniciales de pertenencia a la Comunidad Económica Europea, después UE, de la década de los ’80 y también de la fuerte expansión que registró España entre 2000 y 2007, si bien en este segundo caso, y a diferencia del primero, fue fuertemente impulsada por la burbuja inmobiliaria que, después con la crisis financiera global, pagamos muy caro y que de hecho causó unos estragos que no han sido del todo superados.
La situación española en relación con Europa no es buena y la principal causa radica en la menor productividad, tanto del sector privado como sobre todo del sector público. Algo que es maquillado por la gran cuantía adicional de nuevo trabajo que representa la inmigración. Pero esta vía, por sí sola, lleva al empobrecimiento. Es un reflejo como en su día lo fue, a principios de siglo, el crecimiento impulsado por el sector inmobiliario.