- Siempre ha gobernado en minoría aplicando la ventaja del régimen municipal, muy presidencialista, que confiere amplias capacidades al alcalde. El resultado ha sido que ha impuesto sus medidas, no ya sin consenso sino sin mayorías claras, en algún caso vulnerando toda prudencia democrática como es la aplicación de las supermanzanas y el tranvía por la Diagonal, que no cuenta ni con el apoyo del plenario municipal ni con la opinión ciudadana porque no ha querido consultarla. Mucho hablar de participación, pero a la hora de la verdad la ha convertido en una ficción en la que los grandes temas no se votan y sobre los más pequeños se pasan el porro entre 4 sin control democrático de los resultados. Véase si no el pitafio de los carriles bici en la Via Augusta, un modelo de “participación”.
- Después de 8 años y cientos de millones de euros tiene muy poco que mostrar en términos concretos. Su campaña se fundamenta absurdamente en lo que ha hecho, y apuesta mucho por lo que va a hacer, pintando de color verde, y aún se apoya más en el victimismo. Esa poderosa corriente woke que dice que, aunque estés en el poder seas tú siempre la víctima.
- Todas sus grandes líneas de actuación han terminado en un rotundo fracaso. Véase si no el caso espectacular de la vivienda. En Barcelona en 2016 se hicieron 304 viviendas de protección oficial, 150 el año siguiente, 428 en 2018, 286 en 2019 y 933 en 2020. Es hasta donde hay datos oficiales del Idescat. En todo este período, que comprende 5 años, ha hecho poco más de 2.700 viviendas. Una cifra ridícula en relación a sus compromisos y que queda lejos de satisfacer las necesidades de la ciudad. Es la tónica habitual de sus promesas.
- Se comprometió a reducir el turismo, canalizarlo y descongestionar las áreas más sobrecargadas. Incluso llegó a construir un gran hotel en el cruce Diagonal con Passeig de Gràcia que ha sido sustituido por viviendas de lujo. El resultado es escandalosamente contrario a sus promesas. El turismo invade amplias zonas de la ciudad, está fuera de madre y Barcelona avanza progresivamente hacia el modelo veneciano. Precisamente actuaciones como las de la calle Consell de Cent ayudan de una manera extraordinaria.
- Criticaba los grandes acontecimientos económicos en Barcelona por considerar que no eran rentables para la mayor parte de la ciudad y de esa posición extrema y radical se ha pasado a toda la contraria. La pleitesia que rinde al Mobile es total y se va a la caza y captura de todo evento que pueda ser rentable, como siempre han hecho todos los consistorios precedentes.
- Y qué decir de todo lo relacionado con la ecología, la contaminación y las zonas verdes. Según el índice de la calidad del aire del Idescat, que se elabora a partir de los resultados de los principales contaminantes, la situación de Barcelona desde 2016 hasta 2021 ha mejorado muy poco y de hecho si se observan las cifras se verá que los cambios importantes se producen en 2020, a consecuencia del paro de actividad que dieron a los grandes confinamientos. Por su valor máximo, la calidad del aire ha empeorado reduciendo su índice y alejándolo del valor 100, que es el bueno. Mientras el valor medio ha mejorado en 8 puntos pero, sobre todo a consecuencia de la caída del período cóvido. Al no disponer de datos para 2022, impide ver cuál ha sido la trayectoria posterior. Colau habla de que ha reducido la contaminación, es una verdad a medias. La única constancia de que sea así es en el caso del dióxido de hidrógeno, que no es el mayor problema, mientras que la contaminación por micropartículas, una de las más peligrosas, no ha registrado una mejora significativa. Y qué decir de los parques y jardines, que presentan una dejadez extraordinaria en lo que respecta al estado de su vegetación. No ha habido ninguna gran transformación de zonas verdes, por el contrario, deterioro. Ni recuperaciones de patios interiores más allá de la herencia inicialmente recibida en su primer mandato.