Durante la Guerra Fría, se decía que los Estados Unidos albergaban un complejo industrial-militar que promovía los intereses económicos de la industria armamentística, mientras que la Unión Soviética era un complejo industrial-militar en sí misma.
Tres décadas después de la caída definitiva de la URSS, la cuestión para los Estados Unidos es hasta qué punto deben desarrollar de nuevo semejante complejo para hacer frente a la China, que se está convirtiendo en uno como ya hizo el país de Stalin en su momento.
Es indudable que el desafío para los Estados Unidos, y para el mundo occidental en general, que supone el auge de la China requiere una estrategia a largo plazo y cuantiosos recursos para ponerla en práctica.
Sin embargo, existe un riesgo para los Estados Unidos, y es querer emular el enfoque sino-soviético y convertirse ellos también en un complejo industrial-militar.
En otras palabras, Washington no debe caer en la tentación de seguir la estrategia china de fusionar los ámbitos civil y militar. Así lo piensa John Thornhill, periodista del Financial Times.
Según este experto en materia de innovación y tecnología, una cosa es que el gobierno y las empresas colaboren, y otra de muy distinta es que se fusionen.
Esta tentación es hoy en día particularmente fuerte en un ámbito muy concreto, el de la inteligencia artificial (IA), en que China está invirtiendo de forma masiva.
De hecho, un reciente informe de la Comisión de Seguridad Nacional de los Estados Unidos en materia de IA apunta que Pequín podría adelantar definitivamente a su gran rival durante la próxima década.
El papel crucial de la Inteligencia Artificial en la defensa y seguridad nacionales
Numerosos expertos sostienen que la IA será de importancia capital en materia de seguridad nacional.
En primer lugar, se trata de un saber que puede ampliar enormemente la mayor parte de capacidades militares. En el futuro, «la guerra enfrentará algoritmo contra algoritmo», afirmaba el informe de la Comisión.
Pero no es sólo en el campo de batalla que la IA puede afectar gravemente la seguridad nacional de un país. En los ámbitos de la economía y la sociedad, ésta puede usarse como arma de influencia masiva, socavando su estabilidad y cohesión.
Sólo hay que pensar en los ataques informáticos recientes contra hospitales en plena pandemia de Covid para entender el riesgo que supondría una ofensiva informática a gran escala dirigida por el ministerio de defensa de un país poderoso.
Incluso en caso de que se evitara una guerra abierta (y éste es quizás el punto más importante), la IA podría desplegarse para causar enormes daños en la retaguardia, al verdadero núcleo de una nación y de dónde provienen todos sus recursos, incluso inmateriales, en caso de conflicto.
En el escenario actual, una complicación añadida para las estrategias de IA de los Estados Unidos y sus socios europeos es que, a diferencia de la Unión Soviética, China no se está aislando.
La estrategia de Pekín en este punto es infinitamente más fina que la de de Moscú, y consiste en proteger sus capacidades celosamente al mismo tiempo que intenta abrirse el máximo posible para aprovecharse de las innovaciones extranjeras.
Además, a diferencia de lo que sucedía en los años 40 con la energía nuclear, hoy en día son principalmente empresas privadas quiénes disponen de las tecnologías más avanzadas en materia de IA, al menos en Estados Unidos. Su propia Comisión de Seguridad Nacional en materia de IA está liderada por un expresidente de Google.
Con todo, es urgente que los Estados Unidos encuentren un equilibrio entre proteger a sus campeones de la IA como Google, Facebook o Amazon sin que éstos abusen de su posición.
En caso de que estos abusos se sistematicen, impedirán el auge de la nova hornada de líderes y empresas que debe tomar el relevo de los actuales campeones y así asegurar la supremacía del país.
Dicho de otro modo, hay que evitar la formación de un complejo industrial-militar en el campo de la IA. Éste fue el gran error de la Unión Soviética: a pesar de sus brillantes científicos e ingenieros, su amalgama civil-militar terminó por ahogar la verdadera innovación.
Es posible que China esté siguiendo el mismo camino, y si éste fuera el caso, nada mejor que no caer en el mismo error.