Sin ánimo de contradecir al amado y admirado Jordi Pujol (admiración que, en tiempos recientes, me ha costado más de un disgusto) en sus declaraciones en La Vanguardia, creo necesario aclarar cómo surgió el nombre de Convergència Democràtica.
Volvemos a los momentos previos, cuando Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) ni siquiera existía como organización, pero ya se gestaba la idea de crear una nueva fuerza política capaz de ser una alternativa al PSUC, el partido más fuerte de Catalunya a finales de 1973. Era un período en el que Franco aún vivía, pero el régimen empezaba a mostrar grietas y dejaba espacio para la oposición antifranquista. El predominio del PSUC, confirmado después en las urnas —aunque con menos fuerza de la esperada— venía acompañado de un creciente apoyo al socialismo, apoyado por la socialdemocracia alemana. Esta opción política había tenido una presencia limitada durante la larga oposición al régimen, especialmente en el caso del PSOE, prácticamente inexistente en Cataluña. En su lugar, el Movimiento Socialista de Cataluña (MSC) de Joan Raventós representaba al socialismo catalán, que más tarde se integraría en el PSC-PSOE, liquidando así la independencia del socialismo catalán.
Había, por tanto, conciencia de la necesidad de constituir una fuerza capaz de ser alternativa al PSUC y al socialismo , en la perspectiva del fin del régimen. Un hombre clave en este proceso de reagrupar el catalanismo, desde el centroderecha hasta la derecha, fue Anton Cañellas , un político de calidad y dirigente de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), con quien Catalunya tiene una deuda todavía pendiente. Cañellas tenía excelentes conexiones con los gobiernos europeos gracias a sus relaciones con la democracia cristiana, siendo uno de los pocos catalanes con acceso a numerosas cancillerías. Tenía claro que UDC por sí sola no podía ser suficiente, y en esta visión coincidía plenamente con Jordi Pujol, quien en aquellos momentos estaba centrado en “hacer país”, pero con la clara intención de dar el salto a la política, algo que pasó poco después, con su primer discurso en ESADE el 21 de enero de 1975.
Volvemos a finales de 1973 e inicios de 1974. El impulso inicial de lo que sería CDC nació en la sede de Justícia i Pau, presidida entonces por Anton Cañellas. Además de Pujol y UDC, participaban personas vinculadas a Josep Pallach, otro referente del socialismo catalán de orientación claramente socialdemócrata y atlantista, en contraste con el MSC de Raventós, que se oponía a la OTAN y tenía una fuerte impronta marxista. Fue en aquellas reuniones, a las que yo asistía a pesar de mi juventud, donde surgió el nombre de Convergència Democràtica.
Recuerdo bien la reunión en la que yo había vuelto de Lisboa, donde me había enviado Jordi Pujol, con quien ya tenía una buena relación, a pesar de no pertenecer al GASC (Grupos de Acción en el Servei de Catalunya) constituido en 1972. En aquella ocasión se hablaba de poner nombre al nuevo proyecto, y propuse “Convergència Democràtica”, un nombre que encajó porque reflejaba bien lo que estábamos haciendo y no evocaba directamente a ninguna de las tres organizaciones presentes. Lo que no revelé entonces fue la fuente de mi inspiración: durante mi estancia en Lisboa, ciudad llena de propaganda de los partidos emergentes después de la Revolución de los Claveles, me llamó la atención un cartel de una “Convergencia Monárquica”. Pensé que aquél era el nombre adecuado. Cambié la “monarquía” por “democracia”, que era lo que nos unía, y así nació Convergència Democràtica de Catalunya.
Así surgió CDC, primero como movimiento político y no como partido, que fue fundado formalmente el 17 de noviembre de 1974 en Montserrat por UDC, el grupo de Jordi Pujol, los grupos obreros de Mn. Carreras y personas independientes como Miquel Roca, cuñado de Anton Cañellas e hijo de uno de los fundadores de Unió, Roca y Caball.
Creo que si el president Pujol hace memoria, recordará no solo el origen del nombre, sino mis viajes a Portugal para aportarle información de primera mano, aunque eso ya es otra historia. Ésta es la primera vez que escribo al respecto; nunca había sentido la necesidad de relatarlo, al igual que nunca busqué registrar como propios otros conceptos que han ganado notoriedad: el “Pacto Fiscal”, que acuñamos con Joaquim Molins y Josep Maria Gené durante las negociaciones del Pacto del Majestic, o el “Derecho a Decidir”, concebido en un contexto muy diferente al que después utilizó Artur Mas, inspirado en la experiencia sueca sobre la prestación de servicios públicos en los años noventa. También existe el modelo de las Oficinas de Bienestar Social de la Generalitat, preludio del actual Departamento de Bienestar, aunque esto ya es más un modelo de prestación de servicios que una cuestión de nombres.