El primer gobierno de coalición de la democracia española podría conllevar cambios importantes en ejes rectores de la política exterior del país. Estos se podrían deber particularmente a la presión de los socios de extrema izquierda de Pedro Sánchez.
Al menos así lo indican las primeras semanas del gobierno PSOE-Podemos, durante las que ya se ha producido un revuelo internacional sobre Venezuela.
En efecto, el presidente del gobierno Pedro Sánchez ya no habla de Juan Guaidó como presidente interino encargado de convocar nuevas elecciones.
Guaidó fue recibido recientemente por varios jefes de estado y de gobierno europeos, pero cuando tocaba el turno del presidente español, este envió a la nueva ministra de exteriores, Arancha González Laya. Nada que ver con la prisa de Sánchez hace apenas un año para reconocer a Guaidó como presidente de Venezuela.
Este cambio de tono se suma al extraño episodio protagonizado por la vicepresidenta de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, y el ministro de transportes español y número dos del PSOE José Luis Ábalos en el aeropuerto de Barajas a finales de enero.
Con estas maniobras, el gobierno de Sánchez desconcierta a sus aliados europeos y norteamericanos, pierde credibilidad y se retira de una de las escasísimas situaciones de política internacional en que España podría jugar un papel relevante.
Otro ámbito de desconcierto es la política europea. Parece ser que Podemos podría estar detrás también de la renuncia de España a convertirse en el tercer socio del tradicional eje francoalemán, en un momento particularmente favorable, en que el Reino Unido sale definitivamente de la Unión e Italia sigue inmersa en la inestabilidad.
Fuentes diplomáticas han justificado la decisión afirmando que la idea de un nuevo «directorio» europeo está anticuada, y que más que un nuevo motor, formado por los países más poderosos, la política europea se basa cada vez más en un juego de alianzas variables, donde los estados miembros hacen y deshacen asociaciones con otros países en función de intereses puntuales.
La sombra de Podemos se deja entrever en este cambio de rumbo, así como en la decisión del gobierno de no sumarse a la presión de Alemania, Francia, Italia y Polonia ante la Comisión Europea para que rebaje las restricciones a las fusiones empresariales entre grupos europeos.
Por otra parte, España ha insistido a los socios europeos en su compromiso para profundizar la unión política y económica. Una declaración que las cancillerías europeas han celebrado, deseosas de poder tener un interlocutor estable en Madrid tras dos años marcados por la interinidad y dos convocatorias electorales.
Finalmente, está todavía por ver cómo el gobierno de coalición afectará a las relaciones con los Estados Unidos, país por el que los dirigentes de Podemos no sienten ninguna simpatía. De momento, el Ministerio de Asuntos Exteriores español intenta condicionar la profundización de la cooperación militar entre los dos países a finales de la guerra comercial.
En efecto, la Casa Blanca decidió imponer un arancel del 25% a determinados productos agrícolas españoles, como el vino y queso, en represalia por las subvenciones al consorcio europeo Airbus.