Hemos visto en El ciclo vital de lo que pagamos y de lo que recibimos del Estado: situación y consecuencias (I) sus características. Ahora, entendido el funcionamiento básico del ciclo vital fiscal, aparece inevitablemente una pregunta recurrente en el debate público: ¿puede la inmigración compensar el envejecimiento y la baja natalidad? La respuesta, a la luz de los datos actuales, es mucho menos optimista de lo que a menudo se proclama.
El punto de partida es el mismo gráfico analizado en la primera parte. Para que la línea negra sea positiva, un ciudadano debe generar ingresos suficientes para cubrir no solo los servicios que consume directamente, sino también su parte proporcional del sistema sanitario, de las pensiones futuras y del conjunto del Estado.

Varios estudios sitúan el umbral de equilibrio fiscal en España entre los 24.000 y 26.000 euros brutos anuales (a precios constantes de 2024). Por debajo de esa franja, un trabajador tiende a ser receptor neto; por encima de los 28.000 euros, se convierte en un contribuyente neto sólido.
Este umbral no distingue entre nativos e inmigrantes. Pero aquí aparece el factor decisivo: la mayor parte de la inmigración reciente se incorpora a sectores estructuralmente situados por debajo de ese nivel salarial.
Hostelería, comercio minorista, agricultura, servicios administrativos, cuidados, construcción auxiliar o servicios personales presentan salarios medios que oscilan entre 17.000 y 22.000 euros anuales. Son sectores esenciales para el funcionamiento del país, pero incapaces de generar, por sí solos, un balance fiscal positivo a lo largo del ciclo vital.
La subida del salario mínimo ha reducido parcialmente la distancia con el umbral crítico, pero no la ha eliminado. Un trabajador que cobra el SMI sigue situado en una zona de contribución fiscal negativa o, como mucho, neutra, descontados todos los servicios públicos recibidos.
El problema se agrava al introducir la dimensión familiar. Un hogar con dos adultos ocupados en sectores de bajos salarios puede sumar unos 34.000 euros anuales, lejos de aproximadamente los 52.000 euros necesarios para equilibrar el coste fiscal de una familia con hijos. El resultado es claro: la baja productividad salarial limita la capacidad reproductiva y fiscal del sistema.
La concentración sectorial de la inmigración
Los datos muestran una presencia desproporcionada de población nacida en el extranjero en estos sectores de bajos salarios: servicio doméstico, hostelería, agricultura, construcción auxiliar y determinados servicios comerciales. Sin esa mano de obra, muchos de estos sectores tendrían dificultades graves de funcionamiento.
Al mismo tiempo, se produce una paradoja: una elevada sobrecalificación. Una parte muy significativa de los trabajadores inmigrantes desempeñan trabajos por debajo de su nivel formativo, lo que explica tanto su concentración sectorial como la diferencia salarial estructural respecto a los autóctonos.
Este fenómeno permite que la economía siga operando, pero no resuelve el problema fiscal de fondo. Muchos de estos trabajadores tardan mucho en convertirse en contribuyentes netos positivos, y una parte nunca lo conseguirá al final de su ciclo vital.
La falsa solución demográfica
Cierto es que la inmigración ha sostenido el crecimiento del empleo y del PIB. Pero PIB no es sinónimo de equilibrio fiscal. Si los puestos de trabajo creados no superan el umbral de contribución neta, el sistema se mantiene en funcionamiento a expensas de cargar una presión creciente sobre las generaciones futuras.
El resultado final es inquietante: para mantener sectores con salarios que no cubren el coste del ciclo vital completo, trasladamos el déficit a nuestros hijos y nietos, en forma de pensiones débiles, servicios tensionados y una presión fiscal creciente, todo ello en un contexto de transición ecológica exigente.
Conclusión
La inmigración no es la solución automática. Sin un cambio profundo en la estructura productiva, salarial y familiar, incorporar población a sectores de baja contribución fiscal alarga el desequilibrio en lugar de corregirlo.
El debate real no es cuánta inmigración, sino qué modelo económico, salarial y familiar permite un ciclo vital fiscalmente sostenible.
El problema no es cuánta gente llega, sino en qué salarios queda atrapada. #Productividad Compartir en X





