En recuerdo de Charlie Kirk (II)

Puede  leer la primer parte aquí 

Transexualidad

Los pretendidos cambios de sexo llamados transiciones de género.

Si el género es una caracterización cultural, la transición es leve. Ni siquiera es necesario realizar ningún cambio visible. Basta con aducir y actuar como si fuera del sexo que deseo, y cambiar el nombre al registro civil.

Cuando es así, la confusión se convierte en absoluta, total y el fraude es una tentación insoportable si hay algo que ganar. Pero generalmente lo que se pretende es otra cosa: modificar el carácter sexual secundario por la medicalización del cuerpo y la agresión quirúrgica, pensando que así el hombre puede hacerse mujer y viceversa. Ofrecer la visualización del sexo que se desea ser.

¡Qué imposibilidad más extraordinaria! El sexo está inscrito en todas y cada una de nuestras células, modificar la apariencia no modificará la condición genética y hormonal y, por tanto, será necesario un tratamiento de por vida.

En nombre de la  prevención del sufrimiento, se permite la hormonación a menores de edad y se detrae a los adultos el control médico del proceso, cuando no es otra cosa que una inmensa transformación medicada. En todo esto, limitarse, guiarse por la prudencia del conocimiento científico es visto por la concepción LGTBIQ+ como una limitación de “sus derechos”. Una vez más, el deseo individual sin restricciones como norma absoluta.

Pero la realidad muestra la verdadera situación de graves daños médicos: pérdida de fertilidad, osteoporosis, problemas cardiovasculares, efectos secundarios hormonales a largo plazo. Existe, además, el aumento exponencial de peticiones de cambio en adolescentes, especialmente chicas, lo que sugiere un fenómeno social, un problema de inadaptación que encuentra en el fenómeno trans una salida falsa.

Todo ello explica el aumento de las demandas en varios países contra médicos y hospitales por haber intervenido sin la debida prudencia, y comienzan a revertirse las leyes que lo permitían; no es el caso de España.

Feminismo de género

El feminismo de género, después de haber alcanzado la igualdad legal y social en gran medida, ha derivado en una ideología insaciable de confrontación, que plantea las relaciones hombre-mujer como una lucha, señalando al hombre como sospechoso y culpable por defecto.

Argumenta que, pese a la igualdad, siguen existiendo brechas salariales, techos de vidrio y violencia contra la mujer y se presenta como respuesta a violencias y discriminaciones. Las patologías y abusos reales de algunos hombres, incentivados por un ambiente y mercado de la hipersexualización, son convertidos en la característica de ser hombre.

Este feminismo sostiene que estructuras históricas de opresión masculina siguen influyendo en la cultura y requieren políticas correctoras y toda crítica a sus excesos es tachada como intento de restaurar privilegios masculinos.

El resultado es terrible y ha resquebrajado a la sociedad.

Es, la guerra de sexos con discursos dominantes, que presentan al hombre como agresor potencial, opresor estructural y “privilegiado” sin matices, a pesar de que existe igualdad jurídica entre hombres y mujeres (derecho al voto, acceso a la educación, igualdad laboral reconocida, etc.), y en algunos países, la legislación discrimina en términos negativos al hombre, caso muy acusado en España, desnaturalizando la justicia.

Esta política erosiona la cooperación entre hombres y mujeres, fomenta desconfianza entre sexos, dificultando la cooperación en ámbitos familiares, debilitando a la institución familiar y la estabilidad social, laboral y política, y sustituyendo la complementariedad por la confrontación.

Se ha generado un desplazamiento de prioridades. La agenda pública se centra en luchas ideológicas, mientras que problemas reales (crisis demográfica, conciliación familiar, pobreza) quedan relegados. Gobiernos y partidos utilizan el feminismo de género como herramienta de control cultural e ideológico. La reacción en contra de tales abusos es ya evidente en las generaciones más jóvenes de chicos que se consideran discriminados.

La cuestión ahora es si podemos debatir racionalmente sobre todas estas cuestiones, o tal cosa está prohibida, y somos insultados, cancelados, y amenazados; perseguidos por hacerlo. Charlie Kirk llevó el reto hasta sus últimas consecuencias, tuvo éxito, pero lo ha pagado con su vida.

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

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