A pesar de las acciones sistemáticas del Ayuntamiento, y el hecho de que fuera una de las señales de identidad de la candidatura de Ada Colau, lo cierto es que el peso de Airbnb en relación con los pisos que controla en la ciudad no ha hecho otra cosa que crecer.
Actualmente, la relación se sitúa en 12 pisos por cada 1.000 habitantes. Para situar una referencia, Londres sólo tiene 7, y Madrid 3. Barrios como El Raval, Poble Sec, la Barceloneta, Sant Pere i Santa Caterina o la Ribera tienen una presión extraordinaria sobre la vivienda por culpa de la presencia de estos pisos turísticos.
De hecho, sus cifras pueden situarse en torno al 30%. La consecuencia negativa es triple. Muchos de estos pisos son motivo de conflicto con los vecinos porque parte de sus residentes ocasionales no respetan las normas de convivencia y descanso. También tienen un gran impacto sobre el precio del alquiler, presionándolo al alza. Finalmente, contribuyen a la gentrificación de los barrios más afectados, lo que significa la pérdida de la actividad comercial tradicional y el desplazamiento de los residentes históricos.