Cuando falta menos de un año para las elecciones municipales, Ada Colau, no tiene una alternativa bien definida. Juega en su contra y de una manera importante el que sea el alcalde, la alcaldesa en este caso, más impopular de toda la democracia, pero una baja participación electoral y la fragmentación del electorado podría permitirle repetir la alcaldía con poco más del 12% de los votos del censo.
Los candidatos definidos por ERC y PSC no son alternativas. Collboni porque ha sido el colaborador necesario y callado de todos los desmanes de Colau, y Maragall porque ha sido más el fiel escudero en los momentos difíciles, que alternativa de Gobierno.
Mientras, no pasa día sin que se sucedan los grandes problemas y las críticas por los hechos de Colau. Este documentado periodista que es Enric Sierra de La Vanguardia explica que la congestión diaria en el área de Barcelona asciende a 200 millones de euros anuales. Pensamos que es un cálculo muy moderado porque solamente incorpora costes directos, pero no se trata solo de quemar gasolina en los embotellamientos, sino del impacto en la contaminación, el tiempo perdido y los costes de oportunidad que esto genera. Por tanto, la cifra real necesariamente superior. Pero en cualquier caso si nos quedamos con aquella magnitud vemos lo que estamos pagando los barceloneses, y sobre todo quienes acuden a la ciudad a trabajar. Si Colau continúa gobernando, este problema se acentuará y la consecuencia será que lentamente, como ya va sucediendo, se deslocalicen actividades económicas de Barcelona.
A pesar de que en este tiempo de crisis el último problema desplaza de la memoria al precedente con gran rapidez, es necesario recordar que no hace tanto tiempo, después de años de espera, se abría el túnel de las Glòries de manera completa, para dar lugar a un nuevo cuello de botella, a una fábrica de embotellamientos. ¿En qué país del mundo una nueva obra pública que ha costado un tiempo y una cantidad de dinero desmesurado tiene como objetivo empeorar los accesos? Esto solo sucede en la Barcelona de Colau.
No es un tema menor que la mitad de quienes acceden a Barcelona lo hagan en coche y que un 25% tengan vehículos con etiqueta amarilla, que un 58% dejaría de acudir a Barcelona si no puede acceder con su vehículo y que toda un área central de la ciudad depende sobre todo de los residentes en la provincia. Si el turismo aporta el 18% de la facturación, los residentes en la provincia significan el 28% y si estos se van reduciendo, el impacto negativo se va a notar. Ya lo hace ahora, un 66% compra menos que antes en la capital, y más de la mitad de ellos afirman que lo hacen por las dificultades de acceso a Barcelona. Ada Colau lo que hace es simplemente matar la capitalidad de Catalunya.
También tiene una gran responsabilidad el festival de okupaciones en Catalunya y sobre todo en Barcelona y su área metropolitana. En 2021 se produjeron en Catalunya 7.345 okupaciones, por solo 1.660 en Madrid. Es una cifra astronómica la de nuestro país, y constituye un factor de inquietud grave para muchas familias. Todo esto es consecuencia del clima favorable a la okupación que ha generado Ada Colau.
Ahora mismo hay otro conflicto con las terrazas y con los titulares de bares y restaurantes, por una parte, y con los vecinos por otra, que ven cómo el espacio público se ha privatizado en una medida desmesurada. Hay una apropiación privada de la plusvalía, para decirlo en términos que tendrían que ser gratos a las gentes de los Comunes. Además se produce la destrucción del tiempo de descanso en zonas y calles de nuestra ciudad, por el ruido nocturno que provocan estas terrazas. La lentitud municipal en racionalizar todo esto está en la raíz de dichos problemas. Esta es una realidad, no un hecho que caracteriza a todo el al periodo Colau: la incapacidad para gestionar lo habitual. La gestión del Ayuntamiento funciona mal y la alcaldesa, o no sabe cómo resolverlo o sencillamente no se dedica a ello.