¿Qué necesita Barcelona? La prioridad es clara, que Colau no pueda repetir en la alcaldía y que los Comuns dejen de ser una fuerza de gobierno. La última garantía de enderezar la situación de Barcelona depende de estas dos condiciones.
Hay que decir que no es suficiente con que Colau deje de ser alcaldesa, también hay que lograr que los Comuns dejen de poder incidir en el gobierno de Barcelona, porque si no es así querrá decir que se ha pactado con ella y la consecuencia de este pacto será la continuidad, si no de todo, sí de buena parte de las actuaciones que tanto amenazan el presente y futuro de la ciudad.
Necesitamos el regreso a la normalidad, detener la supermanzana, ver cómo encaja el futuro urbanístico de Barcelona con el plan director de urbanismo que está en información pública hasta finales de año y que debería ser una de las urgencias del nuevo Ayuntamiento. No puede ser que el urbanismo de Barcelona vaya por un lado y el plan metropolitano por otro, como está sucediendo. Necesitamos una ciudad limpia, en la que impere el orden en el espacio público, en la que sea anecdótica la presencia de okupas, de botellones, de inseguridad en determinados barrios y determinadas horas. Hay que hacer desaparecer la fealdad que se ha apoderado del espacio público y la falta de conservación de parques, jardines y del mobiliario urbano.
Es necesario disponer de una movilidad racional y acabar con el enredo que está generando la política de Colau, que impide una buena accesibilidad al centro y al mismo tiempo favorece la contaminación.
Y como cuestión imperativa, es necesario revertir todas aquellas actuaciones que Colau ha iniciado o no consumarlas para evitar daños mayores. El tranvía no debe enlazar por la Diagonal, Via Laietana debe tener más capacidad para absorber la circulación, recuperar Consell de Cent como una calle del Eixample, suprimir los carriles bici de uso escaso y revertir la liquidación de carriles de circulación que se han producido en la ciudad, así como plazas de aparcamiento.
La condición necesaria para que todo esto se produzca pasa por dos objetivos. El primero es una gran movilización electoral. Cuando Colau ganó a Trias en el 2015, por muy poco, su participación fue del 60%. Cuando Colau perdió las elecciones de 2019 (y le regaló la alcaldía el ilustrado Valls) la participación fue del 66%. La ecuación es ésta: a más participación menos Colau, porque ella dispone de una masa de seguidores movilizados que pueden significar del orden del 10% del censo electoral y que tienen la virtud de ir a votar en bloque. Si el 90% de los ciudadanos participa poco, Colau sale ganando.
Este hecho, junto a la fragmentación que provocó el independentismo sí, el independentismo no, son las fuerzas que juegan a favor de la hasta ahora alcaldesa. Poco tienen que ver con la representatividad y mucho con los defectos del sistema democrático: insuficiente participación, líneas rojas entre partidos que impiden que aflore el bien en la ciudad, todo esto debe desaparecer y la condición necesaria para ello es una gran afluencia de votantes. Es necesario ir a buscar una participación del 70%.
La otra condición es un acuerdo de la mayoría de partidos, tengan el color que tengan, precisamente para revertir la situación y ganar con normalidad. A partir de ahí que cada partido ponga sobre la mesa su programa. Pero estos dos ejes, reversión y normalidad, deben ser el común denominador de la inmensa mayoría de organizaciones políticas que quieran expresar el sentido de la mayoría de barceloneses.