El jueves 25 de mayo se supo por la Oficina Federal Estadística de Alemania (Destatis) que la primera economía europea había reducido su actividad económica en un 0,3% en los primeros tres meses del año.
Este dato, acumulado en la misma referencia del período anterior (cuarto trimestre de 2022) y que fue de menos 0,5%, implica que Alemania ha entrado oficialmente en recesión, definida según los términos más extendidos como una contracción del Producto Interior Bruto durante más de 6 meses consecutivos.
De hecho, Alemania ha registrado el peor comportamiento económico de toda la eurozona, ya que Italia y España crecieron un 0,5% durante el primer trimestre de 2023, y Francia un escaso 0,2%.
Según Destatis, los malos datos alemanes se deben principalmente a la disminución de un 1,2% del consumo de los hogares, incluyendo una caída de las ventas de coches nuevos que se explicaría en parte por la reducción de las bonificaciones públicas.
Las exportaciones germánicas aumentaron un 0,4% en el primer trimestre del año, pero las importaciones, fundamentales para la actividad manufacturera del país, cayeron un 0,9%.
De hecho, la potente máquina industrial alemana lleva ya 9 meses mostrando señales de agotamiento: su índice PMI (“Purchasing Managers’ Index”, o Índice de los gestores de compras) industrial ha tocado este mes de mayo su nivel más bajo (44,6 puntos) desde abril de 2020, en plena primera ola de la Covid en Europa.
El PMI es un indicador avanzado de la salud económica y en particular industrial, ya que se basa en una encuesta factual realizada a los responsables de los departamentos de compras y ejecutivos de las empresas, preguntándoles por sus volúmenes de pedidos, de producción, de empleo y de precios, entre otros.
Si el resultado del PMI para un país concreto es superior a 50, se considera que su economía se encuentra en expansión. Si en cambio resulta inferior a ese umbral, existen síntomas claros de contracción económica. Sin embargo, los problemas no tienen por qué manifestarse inmediatamente en la economía en su conjunto ya que lo que mide el PMI es en cierto modo la confianza de las empresas en el futuro próximo.
Pues bien, el PMI industrial alemán lleva desde agosto de 2022 por debajo de los 50 puntos, dejando en evidencia que a pesar de los discursos oficiales de los gobiernos, de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo, la economía del Viejo Continente se encuentra en un cruce.
Los países del sur cuentan al menos con la esperanza de la temporada estival que se acerca para salirse de ella durante unos meses más. Pero los desajustes estructurales acabarán afectando también a estados como Italia, Francia y especialmente, España, que recordemos es el único país de la eurozona que aún no ha recuperado el PIB que tenía antes de la pandemia de Covid.
En ese contexto, las miradas de los expertos y comentaristas económicos se dirigen hacia el BCE. Su máxima responsable, la francesa Christine Lagarde, se negó en un primer momento a reconocer que la inflación que sufre Europa desde finales de 2021 sea un problema estructural causado en buena parte por el excesivo gasto público.
Sin embargo, como su homólogo Jerome Powell de la Reserva Federal de Estados Unidos, tuvo que acabar rindiéndose a la evidencia, y en menos de un año ha aumentado los tipos de interés a un ritmo histórico pasando del 0 al 3,75% este mes de mayo.
Mientras los efectos sobre la inflación de esta escalada son muy limitados (en mayo la eurozona todavía sufría un 7% de inflación total tras el pico del 9,2% el pasado año, y no ha reducido una sola décima la inflación subyacente), sí parece que el incremento del coste del dinero está paralizando la economía europea.
Con estos crudos datos, es esperable que el BCE siga incrementando los tipos de interés en los próximos meses, lo que nos abocaría al peor escenario económico posible durante el segundo semestre del año: el de la estanflación. Esto es, caída de la actividad económica combinada con una inflación elevada. La recesión alemana que abría este artículo podría así marcar la entrada en esta fase de fuertes turbulencias.