La realidad económica de Europa es dura, y quizás sean las consecuencias de la crisis que empieza a sentirse las que hayan empujado a Alemania a dar marcha atrás en lo que debía suponer una revolución histórica de su política exterior y de seguridad.
Tan sólo nueve meses después de que el canciller Olaf Scholz anunciara solemnemente una refundación militar y estratégica de la República Federal, apresuradamente llamada Zeitenwende («cambio de época» o «punto de inflexión de relevancia histórica»), el proyecto hace aguas.
En primer lugar, el portavoz del gobierno de Scholz, Steffen Hebestreit, declaró el pasado 5 de diciembre que el objetivo de llevar el gasto militar alemán al 2% del PIB (un compromiso que de hecho los miembros de la OTAN adquirieron ya hace años) no se alcanzaría ni en 2022 ni muy probablemente el próximo año tampoco. Hebestreit añadió que su «expectativa cautelosa» es llegar al 2% dentro del actual mandato del ejecutivo, que termina en 2025.
No se puede decir que sean declaraciones que demuestren demasiado entusiasmo por parte del gobierno Scholz de cumplir con su promesa, hecha tan sólo 3 días después de que Rusia lanzara su invasión de Ucrania.
A estas afirmaciones hay que sumarles el hecho de que, del paquete adicional extraordinario de 100.000 millones de euros que debían servir para modernizar las anticuadas fuerzas armadas alemanas, tan sólo 8.400 se han presupuestado para 2023.
De hecho, si se excluye este fondo, el gasto ordinario en defensa que se ha previsto en los presupuestos de la República Federal para el próximo año presenta un descenso, y no un incremento, respecto a 2022 (de 300 millones de euros por ser exactos).
Así pues, de forma muy similar a lo que ocurre en España con sus propios presupuestos y con los fondos europeos, el gobierno alemán es incapaz de ejecutar las partidas asignadas.
Pero la cosa tampoco termina ahí. La compra de 35 nuevos aviones de combate estadounidenses F-35, que tanta polémica levantó en Europa porque Alemania debe desarrollar junto con Francia el avión de combate del futuro «Made in Europe», se está viendo afectada por sobrecostes y retrasos, según una carta confidencial del ministerio de defensa alemán a la que el diario Politico ha tenido acceso.
En definitiva, las ambiciones militares alemanas que Converses detallaba hace tan sólo unos meses se desinflan como un globo.
Alemania no parece demasiado dispuesta a asumir mayores responsabilidades en materia de defensa y seguridad. Se podría decir que la gran revolución geopolítica anunciada por Berlín a raíz de la invasión rusa de Ucrania fue formulada quizás no a regañadientes, pero sí sin demasiada convicción.
Ahora que el escenario de una derrota total ucraniana ha desaparecido del horizonte, quizás no debería sorprender demasiado que Alemania se concentre de nuevo en su campo predilecto: la economía.
Y precisamente en los próximos meses, en los que la crisis económica se espera que empeore, serán cruciales para constatar si Berlín busca verdaderamente un cambio de fondo estratégico o si el famoso Zeitenwende acabará siendo otro discurso vacío que se añadirá a la larga lista de proyectos, ideas y visiones no realizadas del viejo continente europeo.