La ministra de defensa de la República Federal de Alemania, la socialdemócrata Christine Lambrecht, ha afirmado recientemente que su país debía asumir un papel militar líder en Europa.
Lambrecht, que por cierto no dispone de ninguna experiencia en políticas de defensa y seguridad (su cargo previo en el gobierno federal fue ministra de familia y presenta curiosamente un recorrido muy similar al de la actual presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen), argumentaba esta necesidad por el efecto transformador que ha tenido la invasión rusa de Ucrania.
En concreto, a raíz de la ofensiva armada de Vladimir Putin, el canciller de Alemania Olaf Scholz ha confirmado aumentar el presupuesto de defensa hasta el 2% del PIB anual de forma permanente, además de un paquete único de 100.000 millones de euros destinado a modernizar y adquirir nuevos equipos.
El papel de las fuerzas armadas alemanas sigue siendo muy delicado en un país que se debate entre el trauma de la Segunda Guerra Mundial y las acusaciones de ser cómplice de Rusia por la dependencia de su industria.
Sin embargo, más allá del debate interno en Alemania, su resurgimiento militar corre el riesgo de generar un auténtico terremoto a escala europea.
Esto por dos razones. La primera es la desconfianza en Alemania que tienen prácticamente todos sus vecinos, pero de un modo especialmente intenso los del este. Polonia, pero también los Países Bálticos, desconfían prácticamente tanto de Berlín como de Moscú a pesar de ser nominalmente aliados en el seno de la UE y de la OTAN.
Los países del este de Europa han dejado bien claro que el único verdadero garante de su seguridad son los Estados Unidos
Desde la crisis ucraniana de 2014, y a medida que Alemania iba discretamente avanzando hacia posiciones más pro-activas en el ámbito de defensa, los países del este de Europa han dejado bien claro que el único verdadero garante de la su seguridad son los Estados Unidos.
Lo han hecho pidiendo a Washington la apertura de nuevas bases en su territorio, comprando material militar estadounidense a gran escala y apoyando enconadamente las iniciativas políticas del gigante americano.
En segundo lugar, los recientes anuncios de Alemania inspiran el profundo rechazo de Francia, que hoy en día todavía es el principal actor militar europeo (y el único en disponer del arma nuclear y de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas).
No se trata tanto de una preocupación del presidente Emmanuel Macron, pero sí del cuerpo de altos funcionarios franceses, y en particular del ministerio de defensa, que nunca aceptará que Alemania adopte un papel militar preponderante en Europa.
La defensa es el último ámbito en el que Francia mantiene una ventaja sobre Alemania
Como Converses ya ha expuesto, entre Francia y Alemania existe un acuerdo informal según el cual la primera se reserva el liderazgo en materia de defensa y seguridad, mientras que la segunda puede ejercer lo político y económico.
No es un asunto menor para los franceses: en pleno declive económico desde los años 80 del siglo pasado, la defensa (incluyendo el sector aeroespacial) es el último ámbito en que Francia mantiene una ventaja sobre Alemania, y no está dispuesta a cederla.
Que este año el presupuesto militar alemán supere al francés por 14.000 millones de euros (55 contra 41 mil millones) es ya todo un trauma para París.
El hecho de que Francia haya abandonado recientemente de facto el programa FCAS de desarrollo del avión de combate europeo del futuro por desacuerdos con Alemania, y que sentencia a muerte el proyecto, demuestra hasta qué punto teme el auge militar de su vecino.
Francia percibe las ambiciones de Alemania como una maniobra de Estados Unidos de ser aún más hegemónicos en Europa en materia de defensa y seguridad.
No en vano, Alemania ha anunciado recientemente la compra de aviones de combate estadounidenses F-35 de última generación. Además, el discurso sobre Ucrania del gobierno tripartito de Scholz (volcarse en ayuda militar a Ucrania y castigar lo más severamente posible a Rusia) supone un giro notable respecto a la posición tradicional de Berlín, y le acerca mucho a Washington.
No es de extrañar, ya que demostrar fidelidad a Estados Unidos es la mejor carta de presentación de Alemania para rebajar las tensiones de cara a sus vecinos y desvanecer los fantasmas de un nuevo auge militar germánico.
En cualquier caso, y tanto si se trata de un acercamiento intencional como si no, el actual incremento de gasto militar de la principal economía de la UE rima con el refuerzo de la influencia de Estados Unidos sobre Europa .