Un gobierno sin hijos: España, campeona de Europa en pobreza infantil

España presenta, en determinados aspectos, datos tan inquietantes que deberían ocupar las portadas y los debates parlamentarios. Sin embargo, la cotidianidad política y mediática parece preferir otros escenarios, menos incómodos y más rentables.

De todas las cifras que podrían escandalizar, hay una que no solo debería avergonzarnos como sociedad, sino también hacernos reflexionar sobre el tipo de país que estamos construyendo: la pobreza infantil.

España encabeza el ranking europeo de pobreza infantil con un 29,2%, según datos recientes de Eurostat. Es decir, casi tres de cada diez niños viven en situación de precariedad. Más allá del número, este dato contiene una tragedia humana y una condena social: miles de niños y niñas que crecen sin las mismas oportunidades que el resto, sin estabilidad, sin un futuro que pueda llamarse propio.

Todo lo que proclama la igualdad de oportunidades queda reducido a pura retórica cuando la infancia ya nace marcada por la pobreza.

Con un punto de ironía amarga, podríamos decir que España ha logrado un “éxito extraordinario” : superar a Bulgaria (28,2%) y Rumanía (26,2%), los dos países que durante décadas encabezaron este triste ranking europeo.

La distancia con la media europea no deja de crecer: si hace dos años era de 9,5 puntos, hoy alcanza ya los 9,9. La evolución habla por sí sola: las políticas del gobierno en este ámbito no solo no funcionan, sino que empeoran el problema.

El drama no se limita a la infancia. Cuando se amplía el foco a los jóvenes hasta los dieciocho años, el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social asciende hasta el 34,6%, mientras que la media europea es del 24,2%. Es decir, una de cada tres personas jóvenes en España vive con graves carencias. Y eso, en un país que tiene una de las tasas de natalidad más bajas del continente, se convierte en doblemente paradójico: los pocos hijos que tenemos, los condenamos a la pobreza.

Varios estudios, como los de la Fundación Funcas, apuntan a que el problema es estructural y se arrastra desde hace décadas. España destina a políticas familiares y de infancia la mitad de lo que invierten los países europeos de su entorno. Es un modelo que no protege ni acompaña a las familias con hijos, ni facilita la conciliación, ni garantiza un acceso justo a la vivienda. En definitiva, un sistema que no ofrece a sus padres la posibilidad real de tener hijos sin ver comprometida su estabilidad económica.

Funcas propone un plan integral que incluya reformas profundas en la educación, incentivos para el empleo estable y digno de los padres y madres, la ampliación de la prestación por hijos a cargo y una política de vivienda que no condene a los jóvenes a alquileres imposibles.

Pero lo que plantea es mucho más que una serie de medidas técnicas: es una visión de país, un modelo de sociedad que España parece haber perdido. Porque sin políticas familiares sólidas, no hay futuro demográfico, ni cohesión social, ni prosperidad económica que aguante.

Ahora bien, detrás de este fracaso existe un factor menos comentado, pero esencial: la desconexión vital de nuestros gobernantes con la realidad familiar. La política, como toda actividad humana, refleja las experiencias y prioridades de quienes la practican. Y es ahí donde encontramos un detalle revelador. Si dejamos de lado al presidente, el Consejo de Ministros está formado por 22 personas. Pues bien: entre todas suman solo 10 hijos, es decir, menos de medio hijo por ministro. Y gracias, porque algunas excepciones hinchan la media, como es el caso de la ministra de sanidad, Mónica García, que tiene tres hijos.

España ha convertido al niño en un problema económico, en lugar de verle como una promesa de futuro. Las políticas familiares son parciales, descoordinadas y carecen de ambición. No existe una mirada integral sobre la familia como núcleo fundamental de la sociedad, sino una sucesión de parches que solo sirven para maquillar las estadísticas.

En definitiva, nos encontramos ante un fracaso colectivo. No solo económico, sino antropológico y moral. Un país que no sabe —ni quiere— cuidar de su infancia es un país que renuncia a su mañana. Y quizá esta sea la tragedia más profunda de España: no haber perdido los recursos, sino haber perdido la sensibilidad.

Gobierno sin hijos, país sin futuro. La frase suena dura, pero resume perfectamente el drama de un país que ya no se reconoce en los ojos de sus niños.

España encabeza la pobreza infantil en Europa. Un “éxito” que debería darnos vergüenza. #PobrezaInfantil #España #FracasoSocial Compartir en X

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