Debemos de hablar del fracaso de la integración española en la Unión Europea (UE)

La Unión Europea atraviesa una crisis profunda. No una crisis de coyuntura, sino de fondo, de esas que afectan a los cimientos mismos del proyecto. Y, paradójicamente, esa crisis se manifiesta con más fuerza en los países que antaño simbolizaban la estabilidad y el liderazgo del Viejo Continente: Francia, Alemania, Italia, los del Benelux.

La economía —ese gran termómetro de las realidades políticas— muestra la magnitud del problema. Los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), proyectados desde inicios del siglo 2000  hasta 2030, trazan un panorama inquietante: el de una Europa que converge… pero hacia abajo.

Cuando los líderes dejan de liderar

Tomando como base el año 2000 (índice 100 (PPA) media de la Unión Europea en términos monetarios de igual poder adquisitivo), el FMI dibuja un mapa de rentas que confirma dos grandes procesos simultáneos.

Por un lado, el declive sostenido de las grandes economías fundadoras; por otro, la ascensión firme de los países que antes estaban por debajo de la media.

El caso más llamativo es el de Italia, que de tener un índice de 125 cae a 95. Treinta puntos de pérdida equivalen a tres décadas de retroceso: el país que inventó el Renacimiento se desliza ahora por debajo de la media europea.

Francia, partiendo de 117, se sitúa en 99, también por debajo del promedio comunitario.

Que dos de los países fundadores del proyecto europeo se sitúen ya bajo la media es un hecho histórico.

Alemania retrocede de 124 a 111, Bélgica de 126 a 114 y Países Bajos, aún en primera línea, baja de 139 a 126.

El declive es generalizado: Europa Occidental ya no marca la pauta del crecimiento, sino que se adapta, lentamente, al ritmo de los demás.

El ascenso silencioso del Este

Mientras tanto, la otra mitad del continente vive una transformación radical. Malta, pequeño país insular, pasa de 78 a 126 puntos: una escalada extraordinaria. Chipre sube de 91 a 107.
Y Polonia, la gran protagonista del Este, protagoniza un salto histórico: de 47 a 93 puntos, situándose ya por encima de España. Cuando ingresó su PIB per cápita era la mitad del de la UE, hoy se acerca a igualarlo y sobrepasará a España, inclinando cada vez más el tablero político hacia el este y centro de Europa.

También Chequia y Eslovenia avanzan con fuerza, y Lituania marca distancias con sus vecinos bálticos.

El mapa europeo se reconfigura. Los países que mirábamos por el retrovisor se nos han adelantado.

España: del sueño europeo al desencanto

¿Qué ha pasado con España?

A comienzos de siglo, nuestro país se encontraba muy cerca de la media europea, con 97 puntos sobre 100. Treinta años después, ha caído a 85.

El retroceso no es menor: España empezó su integración europea con un nivel de renta muy inferior a la media (7 de cada 10 euros respecto al promedio europeo). Durante las dos décadas siguientes, logró una convergencia sostenida, especialmente gracias a la industrialización tardía, las infraestructuras y los fondos estructurales europeos. En 2007 superó la media europea (105)

Pero tras 2008 —crisis financiera, de deuda, desempleo masivo— comenzó un proceso de declive y estancamiento, que no han ido alejando de Europa. En realidad, el valor proyectado por el FMI para 2030, (85) ya lo hemos alcanzado en el 2024, es decir, a pesar de los cacareados aumentos del PIB, España permanece estancada mientras muchos de los que venían por detrás nos alcanzan.

En realidad, desde la adhesión en 1986 solo habremos progresado  en convergencia 8 paupérrimos puntos, en casi cuatro décadas, mientras que Polonia en tres habrá crecido más de 50 puntos de convergencia. ¿Qué ha tenido y tiene Polonia que le falte a España? Esa es una buena y necesaria pregunta, porque se trata de un país de extensión y población semejante

Mientras otros convergían, nosotros divergíamos. Mientras Polonia avanzaba treinta puntos, España perdía doce.

La paradoja es evidente: la pertenencia a la Unión, que debía ser una historia de modernización y prosperidad compartida, se ha convertido —en términos relativos— en un proceso de estancamiento.

Cada vez son más los países que superan a España, y cada vez son menos los que quedan por detrás. Rumanía, Bulgaria, Croacia, Letonia, Estonia… incluso Grecia y Portugal, que continuaran por detrás de España, mantienen hoy una distancia cada vez más corta. En el caso portugués, la diferencia se reduce año a año: si nada cambia, pronto su PIB per cápita alcanzará al español.

Aquella visión de una España próspera que observaba a Portugal desde lo alto del podio económico está pasando a la historia, igual que la idea de una Polonia rezagada pertenece ya al pasado.

Las causas del retroceso español

El fracaso español no puede atribuirse a una sola causa, sino a una combinación de factores persistentes que las políticas públicas no han sabido corregir:

  1. Dependencia estructural del turismo y de sectores de bajo valor añadido. Una economía orientada al visitante no puede sostener la renta de un país avanzado.
  2. Ausencia de industria tecnológica y productiva fuerte, incapaz de competir en productividad con el norte europeo.
  3. Inmigración masiva mal integrada, que amplía la población, pero no la productividad media.
  4. Gestión ineficaz de los fondos europeos: los miles de millones de los Next Generation no han transformado la base económica del país ni modificado las causas del estancamiento.
  5. Desinterés político y mediático: el retroceso español no ocupa portadas ni debates, aunque define mejor que nada nuestra posición en Europa.
Un fracaso sin debate

España no está convergiendo con Europa. Ha retrocedido. El discurso oficial, que exhibe datos parciales y triunfalistas sobre el crecimiento del PIB global, evita mirar el dato clave: el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo. Ese indicador —el que mide lo que realmente puede comprar un ciudadano con su salario— revela una brecha creciente: 15 puntos por debajo de la media europea. Esa es la distancia entre el relato político y la realidad económica.

La cuestión no es técnica: es política. ¿Por qué nadie debate el fracaso de la integración española? ¿Por qué no se aborda de frente el hecho de que, tras casi cuarenta años de pertenencia al proyecto europeo, España se aleja más que nunca del ideal de convergencia?

Mientras se siga celebrando el espejismo de los fondos europeos y la economía de playa, el país seguirá perdiendo posiciones. Y llegará un día —no tan lejano— en que nos demos cuenta de que la Europa a la que queríamos parecernos ya nos ha dejado atrás, y eso que se tratará de una Europa en crisis. ¿Cómo llamaremos a nuestra situación?

España no converge con Europa: se aleja. Polonia ya nos supera en renta per cápita. #Economía #España #UE Compartir en X

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