La polémica de Madrid sobre el síndrome postaborto: ¿Hay o no hay consecuencias para la mujer?

La polémica sobre el llamado síndrome postaborto (SPA) en Madrid surgió tras la aprobación de una propuesta impulsada por Vox y respaldada por el Partido Popular en el Ayuntamiento. La medida establece que las mujeres que busquen interrumpir su embarazo sean informadas sobre el síndrome postaborto y sus posibles consecuencias.

El debate gira en torno a la existencia o no del SPA. La ministra de Sanidad, Mónica García, ha rechazado de forma tajante la propuesta, asegurando que no existe evidencia científica que respalde este síndrome como diagnóstico clínico. Además, calificó la iniciativa como una forma de “violencia camuflada”, dirigida —según ella— a infundir miedo y desinformar sobre un derecho ya consolidado.

En consecuencia, la discusión se ha desplazado hacia lo nominalista: si existe o no el síndrome como categoría médica. Sin embargo, la cuestión de fondo es otra: ¿el aborto genera consecuencias psicológicas o físicas en la mujer y en qué medida?

El síndrome postaborto (SPA) aparece en la literatura clínica como un conjunto de síntomas psicológicos y fisiológicos que pueden manifestarse tras un aborto inducido. No obstante, no está reconocido oficialmente por organismos médicos internacionales como la OMS, la APA o los manuales DSM-5 y CIE-10.

El efecto equivale  a un trastorno de estrés postraumático, con repercusiones emocionales, conductuales y sociales. Los síntomas reportados incluyen:

Depresión severa (culpa, tristeza, duelo no elaborado).

Ansiedad, ataques de pánico.

Pensamientos suicidas y autolesiones.

Alteraciones de personalidad, agresividad y conflictos interpersonales.

Disfunciones sexuales y trastornos alimentarios.

Estrés postraumático (revivencias, pesadillas, evitación de recuerdos).

Incremento del consumo de alcohol y drogas.

Problemas de pareja y aislamiento social.

Estos efectos pueden ser transitorios o crónicos, afectando la vida personal, laboral y social.

Las cifras sobre la prevalencia del SPA son muy dispares debido a diferencias metodológicas y conceptuales.

Algunos estudios clínicos reportan que entre el 50% y el 59% de mujeres que abortan presentan síntomas psicológicos relevantes.

Otros, como el publicado en American Journal of Psychiatry (Steinberg & Finer, 2011), indican que menos del 5% experimenta un cuadro compatible con estrés postraumático.

Investigaciones asociadas a entornos provida hablan de tasas del 20-30%.

Incluso tomando la cifra más baja (5%), los datos en España son significativos: en 2024 se practicaron más de 100.000 abortos. Eso supondría que al menos 5.000 mujeres sufrieron algún grado de secuelas postraumáticas sin que existiera aviso previo ni seguimiento específico en la sanidad pública. Esta se repite aproximadamente año tras año, dado que los abortos superan los 90.000. Son cifras de daños muy elevadas; de “epidemia” para que se limiten a la negación y a ocultarlo

Más allá de la terminología médica, la controversia está atravesada por la carga ideológica del aborto:

  1. El aborto es un acto médico que interrumpe de manera brusca un proceso biológico complejo: la gestación.
  2. Se ha convertido, al mismo tiempo, en símbolo del feminismo y de sectores progresistas, lo que dificulta un debate sereno.
  3. Como toda intervención médica, puede generar secuelas cuya gravedad depende de las condiciones previas de la paciente.
  4. El rechazo de organismos internacionales a reconocer el SPA como categoría diagnóstica se basa en que muchos de los síntomas aparecen condicionados por antecedentes psiquiátricos o sociales.
  5. Sin embargo, solo tras un aborto puede desencadenarse una situación de estrés postraumático relacionado directamente con ese evento.

Lo cierto es que ni la sanidad pública ni las clínicas privadas especializadas informan claramente de estos riesgos. A diferencia de lo que ocurre con cualquier fármaco —cuyos prospectos detallan efectos adversos, incluso si son raros—, en el caso del aborto no existe un consentimiento informado exhaustivo.

El debate sobre el síndrome postaborto sigue abierto. Mientras unos lo niegan por falta de respaldo oficial, otros señalan que sus efectos son reales y subestimados. Lo innegable es que tras un aborto pueden producirse consecuencias dañinas para la mujer, y el ocultamiento o la minimización de estos riesgos constituye, según los críticos, un escándalo sanitario y social.

La sanidad pública debería ofrecer información transparente y apoyo psicológico a las mujeres, sin convertir el tema en un campo de batalla ideológica.

La polémica en Madrid sobre el #SíndromePostAborto reabre el debate: ¿hay o no hay consecuencias psicológicas tras un aborto? #Aborto #Madrid Compartir en X

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