Se llama FCAS, por el original en inglés de Sistema de Combate Aéreo del Futuro (Future Combat Air System), y es el programa industrial de defensa más importante de la historia de Europa.
Francia y Alemania, a las que se sumó España, buscan desarrollar un avión de combate multifunción que sustituya a las actuales flotas de aparatos de cuarta generación, el Rafale de Dassault en el caso de Francia, y el Eurofighter de Airbus Defence & Space en Alemania y España.
Presentado en 2017, FCAS tiene un coste estimado de 100.000 millones de euros y prevé sustituir los dos aparatos mencionados antes de 2040. El programa va más allá de diseñar y fabricar un avión de combate, y aspira a producir un “sistema de sistemas” de armas aéreo llamado NGWS (Next-Gen) integración de los aviones y drones en una red de combate de tipo nube o cloud.
El programa ya sufrió una grave crisis en 2022 por desavenencias entre los dos socios principales, y este año atraviesa una que se perfila cada vez más como definitiva. Como ya anunciamos en julio, Alemania expresó su malestar con una supuesta pretensión de Francia (que Dassault niega) de llevar a cabo el 80% del trabajo en los componentes centrales del aparato, y puso sobre la mesa la opción de adquirir más aviones norteamericanos F-35.
La semana pasada, Berlín volvió a la carga con la amenaza de romper el acuerdo con Francia si no se llegaba a un acuerdo antes de Año Nuevo, añadiendo que contemplaría opciones como buscar nuevos socios (Reino Unido o Suecia) o proseguir únicamente con España.
Una reunión clave entre los ministros de defensa de Francia, Alemania y España está prevista en octubre, y los militares e ingenieros civiles de cada país trabajan contrarreloj para abrir camino en las negociaciones.
El problema de fondo es que ni en Francia ni en Alemania les interesa ceder conocimientos y secretos técnicos que consideran como propiedad «nacional». De hecho, Dassault ha denunciado que el hecho de tener que consultar cada desarrollo con los alemanes de Airbus y los españoles de Indra genera retrasos innecesarios que ponen en riesgo el calendario del programa.
Mientras que Francia necesita con urgencia un sustituto del Rafale, Alemania tiene ya prevista la compra de al menos 35 F-35 en Estados Unidos, y, por tanto, el hecho de disponer de un aparato de nueva generación no resulta tan urgente.
Como exponíamos recientemente, en la Unión Europea se da la paradoja de que los ciudadanos europeos responden masivamente a las encuestas en favor de una integración en materia de defensa. Sin embargo, son las élites de cada país las que frenan este proceso al insistir en una defensa a ultranza de la industria nacional. Este es el peligro que corre el programa FCAS, y no augura nada bueno para el futuro de la defensa europea.
Las élites de cada país siguen anteponiendo los intereses de la industria nacional a los objetivos comunes de todos los europeos Compartir en X