El viernes 12 de septiembre, después de la caída del gobierno de François Bayrou el lunes y del nombramiento de un nuevo primer ministro el miércoles, la agencia de calificación Fitch rebajó de nuevo la nota de la deuda pública de la república francesa, haciéndolo pasar de AA- a A+.
En su comunicado, Fitch destacó un motivo clave: «la creciente fragmentación y polarización de la política del país», que «debilita la capacidad del sistema político para llevar a cabo una consolidación fiscal sustancial».
El país galo parece incapaz de aprender absolutamente ninguna lección.
Empezando por su presidente, Emmanuel Macron, quien en su obsesión por mantenerse al poder a todo precio, acaba de nombrar un nuevo primer ministro proveniente de sus propias filas, el hasta entonces ministro de defensa Sébastien Lecornu.
Como la degradación de la nota por Fitch evidencia, los mercados no se lo tragaron, y los franceses tampoco.
Con la nominación de Lecornu, Macron parece buscar revivir su estrategia de 2017, que pasaba por unir el centroderecha con el centroizquierda ante la amenaza de ambos extremos políticos. Pero la Francia de 2025 no es la misma que había escogido, ocho años atrás, el presidente más joven de la historia de la Quinta República.
Pese a alguna reforma sustancial, por ejemplo en materia de inversión, el macronismo ha resultado un fracaso estrepitoso. Nada lo evidencia tan bien como su faraónica deuda pública, cuyo pago ya supondrá el próximo año la primera partida presupuestaria, por delante de enseñanza.
El joven Lecornu, de tan sólo 39 años, figura entre los apoyos más fervientes y fieles de Macron, y buscará también una doble alianza con las fuerzas políticas, se supone que “moderadas” que conforman los socialistas, por un lado, y los républicains por otro.
Lecornu se ha apresurado a distanciarse del desafortunado François Bayrou, enfriando el celo ahorrador de su predecesor. El nuevo primer ministro ha anticipado ya, por ejemplo, que no buscará la supresión de dos días festivos del calendario laborable, y que pondrá sobre la mesa un esfuerzo fiscal más moderado en nombre del «compromiso».
Una postura, la de evitar posiciones divisorias, muy macronista, pero que es también la que ha generado la actual parálisis y la aceleración de la espiral de deuda pública.
Si el programa de ajuste presupuestario de Bayrou ya resultaba insuficiente para enderezar a Francia, el de Lecornu corre el riesgo de ser totalmente irrelevante. Pero quizás el objetivo compartido de Macron y Lecornu sea precisamente el de proseguir la huida hacia delante para aguantar hasta las elecciones presidenciales del 2027. Entonces el problema será el de otro.
Si el programa de ajuste presupuestario de Bayrou ya resultaba insuficiente para enderezar a Francia, el de Lecornu corre el riesgo de ser totalmente irrelevante #Francia Compartir en X