De la misma manera que Europa no puede sostener sola a Ucrania, Europa tampoco puede pretender torcer el brazo a Estados Unidos en una guerra comercial. La razón de fondo es exactamente la misma: Europa no dispone de poder suficiente para vencer en ninguna de las dos situaciones.
Se podrá objetar que antes de “poder”, está el “querer”. La intención y voluntad política. Es cierto que Europa carece de verdadera voluntad de cambio, porque sus líderes no están dispuestos a pagar el menor precio social que pueda poner en dificultades su continuidad en el poder. Dicho de otra forma, las élites europeas son conscientes de su incapacidad de arrastrar el grueso de los electores hacia sacrificios considerables.
Pero aunque hubiera voluntad, Europa no dispondría de medios suficientes para salir vencedora del conflicto arancelario contra Estados Unidos con el que Donald Trump vuelve a amenazar al Viejo Continente, ahora con una tasa general del 30%.
Europa ya solo suponía el año pasado el 65% del PIB estadounidense, y la zona euro prácticamente la mitad de la riqueza anual que Estados Unidos produjera. Cuesta creer que en 2008, la zona euro y la economía estadounidense estaban codo con codo, y el PIB europeo en su conjunto superaba al de Estados Unidos. Como afirmábamos hace dos años, Europa se ha quedado definitivamente detrás de Estados Unidos.
Pero es que, además, la balanza comercial es muy desfavorable en el Viejo Continente en caso de conflicto serio. Europa exporta cada año más bienes a Estados Unidos que nos llegan de la otra orilla del Atlántico. Incluso si se le añaden los servicios, en los que la relación se invierte, el peso total de los intercambios puestos en la balanza se inclina decididamente hacia el lado europeo.
En circunstancias normales, esto equivale a una posición de fuerza. Pero no cuando se trata de negociar aranceles, porque los que más tienen que perder son los que, al fin y al cabo, dependen más de las actividades económicas exportadoras a la otra parte.
Se nos dice y repite que serán los ciudadanos estadounidenses quienes acaben pagando el precio de los aranceles, pero de momento la reacción de las principales empresas ha sido o bien absorber buena parte del coste adicional que suponen las medidas de Trump, o anunciar inversiones para producir en Estados Unidos. ¿Y quién está dispuesto a renunciar al mercado más grande, más dinámico y con mayor potencial de todo Occidente?
De ahí que las amenazas de represalias de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no puedan producir demasiado efecto sobre el gobierno de Trump, que conoce perfectamente la relación de fuerzas.
Una prueba más de que la relación de poder está claramente inclinada a favor de Estados Unidos es que la Comisión Europea acaba de abandonar los planes de establecer un impuesto a las empresas de servicios digitales, las más importantes de las cuales son todas estadounidenses (Meta, Apple, Alphabet, etc.).
Las élites europeas son conscientes de su incapacidad de arrastrar el grueso de los electores hacia sacrificios considerables Compartir en X