El gran descalabro, Macintyre y la carta Diogneto

Esta primavera nos ha dejado Alasdair MacIntyre (Glasgow 1929 – Chicago 2025), uno de los grandes pensadores de los últimos cincuenta años. Su obra más importante es After virtue, que concluye con este texto memorable: «Esta vez, sin embargo, los bárbaros no esperan más allá de las fronteras; ellos ya llevan gobernándonos bastante tiempo. Y es nuestra falta de conciencia de ello lo que constituye parte de nuestro problema. No estamos esperando un Godot, sino otro –indudablemente muy distinto– San Benito”.

Un texto que en 1981 era profético, pero que hoy describe una evidencia, al menos en cuanto a los bárbaros que nos gobiernan, y creo que también respecto a nuestra inconsciencia, a pesar de las alarmas que cada día se disparan sobre los males agudos que sufre nuestra sociedad. La referencia a Godot es más sutil. Se trata del personaje misterioso que esperan los dos vagabundos de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett, y que no llega nunca. Beckett hace una alegoría del absurdo vital y de la espera sin sentido y sin esperanza, propios del pensamiento existencialista de mediados del siglo XX.

¿Y el otro San Benito?, que, según MacIntyre, es a quien realmente esperamos. El origen de la cultura occidental se explica como la síntesis de la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana. Pero hay un hecho que determina el origen histórico de Occidente: la fundación en el siglo VI de la Orden benedictina y su rápido crecimiento por Europa, con monasterios que se convierten no solo en centros de espiritualidad, sino en núcleos desde donde se conserva y expande la educación y la cultura. La regla de San Benito crea una vida virtuosa y equilibrada entre la oración, el trabajo manual, el estudio y el descanso, fomentando la disciplina y el servicio a la comunidad. La influencia de la regla fue más allá de la vida monacal, y la caridad, la paciencia, el perdón, la autoridad espiritual y la búsqueda del bien común se fueron transmitiendo al conjunto de la sociedad.

Hoy Occidente sufre un gran descalabro, más evidente que hace 45 años cuando MacIntyre escribía su obra. Un descalabro perfectamente objetivable. Primero, en la crisis de natalidad que amenaza el futuro de la mayoría de las naciones y culturas europeas, especialmente las más pequeñas. Segundo, en el caos antropológico que se ha impuesto, sembrando la confusión en aspectos esenciales para la vida buena y la felicidad de las personas y de la sociedad en su conjunto. Tercero, en la falta de principios y valores compartidos a que nos han llevado el nihilismo, el subjetivismo y el relativismo moral. Sin una jerarquía de creencias, de principios básicos, no puede haber ni concordia social, ni se puede educar a las nuevas generaciones, ni es posible que una comunidad tenga un horizonte compartido hacia dónde caminar juntos. Por último, la degeneración de la democracia. Hoy la política ya no sólo no soluciona problemas sino que los crea, o es un problema en sí misma. La propia falta de principios y valores compartidos, que los gobiernos han agravado frívolamente, ha convertido la política en una mera técnica para alcanzar y conservar el poder y en un combate interminable y estéril que hace crecer la desafección ciudadana.

Desde una perspectiva histórica, nada de lo que se acaba de exponer es nuevo. La crisis de Occidente tiene puntos en común con las crisis de otras civilizaciones que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos. La corrupción de la democracia ateniense o la degeneración de las costumbres en la Roma imperial. Lo único que esta vez la civilización que decae es la nuestra, que, además, ha influido como ninguna otra en el conjunto de la humanidad contemporánea.

En las cuatro crisis mencionadas existen causas particulares de cada una. Pero existe también una matriz común: el alejamiento progresivo de Occidente de sus orígenes cristianos. Hay quien ha interpretado la espera a San Benito que menciona a MacIntyre como la necesidad de recuperar un nuevo tipo de liderazgo moral y comunitario, al estilo del santo de Nursia, con la creación de comunidades pequeñas y sólidas que preserven las virtudes y permitan con el tiempo una regeneración de la sociedad ante el desorden moral del presente. Es la estrategia de la Benedict Option expuesta en la obra del norteamericano Rod Dreher La Opción Benedictina: Una Estrategia para Cristianos en una Nación Postcristiana, del año 2017. A pesar de que el libro y el movimiento se inspiran en MacIntyre, éste se ha mostrado crítico con la propuesta de aislarse de la sociedad.

¿Aislamiento de la sociedad para recuperar la esencia de la vida cristiana? Más bien el modelo a seguir es el de los primeros cristianos que describe la venerable Carta a Diogneto del siglo II, que los describe así: «Viven en sus patrias, pero como si fueran forasteros. Participan en todas las actividades de los buenos ciudadanos y aceptan todas las cargas, pero como si fueran peregrinos. Toda tierra extraña es patria para ellos, y toda patria les es tierra extraña. (…) Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Observan las leyes promulgadas, pero con su vida están más allá de las leyes. Todo el mundo les persigue, pero ellos aman a todo el mundo.”

@ros_arpa

Publicado en el Diari de Girona el 27 de junio de 2025

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