En los recientes tiempos posmodernos se consideró que la noción de frontera estaba superada, al menos en el mundo occidental.
En un primer momento que podríamos situar en los años 90 del siglo pasado se creyó que la globalización, entendida en su sentido más naíf (la idea de vivir en una “aldea global”), la había vuelto superflua .
Más recientemente, con los inicios de la inmigración ilegal masiva durante la primera década del siglo XXI, los tiempos de los primeros cayucos e incursiones en los enclaves de Ceuta y Melilla, se insistió desde el poder progresista y desde los círculos afines a los principales medios de comunicación que la frontera era inútil. Desde entonces se nos ha insistido en que vallas, muros y guardias no sirven para detener la llegada de inmigrantes clandestinos.
Sin embargo, en pleno 2025 la Unión Europea está volviendo de forma acelerada a instaurar y reforzar sus fronteras, tanto las internas como las externas.
Schengen en crisis
Por un lado, la zona de libre circulación de personas conocida como «espacio Shengen» está en plena crisis, con tres de sus cinco miembros fundadores que han reinstaurado los controles en sus fronteras. Una medida que según el Tratado de Schengen debe ser temporal, en última instancia, y motivada por circunstancias excepcionales.
Schengen es sobre el papel la mayor zona de libre circulación del mundo, y permite a 450 millones de personas atravesar las fronteras de 29 países (incluyendo cuatro que no son miembros de la Unión Europea) sin detenerse en la aduana.
Pero 40 años después del tratado fundador, 11 de sus miembros incluyendo los más poblados (Alemania, Francia e Italia) han notificado a la Comisión Europea la intención de reintroducir controles fronterizos.
El motivo que estos países han esgrimido es siempre el mismo: controlar de forma más estricta la inmigración. Además, Alemania ha invocado también «amenazas serias a la seguridad pública» causadas por la inmigración ilegal. El nuevo canciller Friedrich Merz ha redoblado los controles desde que llegó al poder.
Ante quienes critican estas medidas excepcionales que se van instalando poco a poco en la rutina, la Comisión ha observado que los controles efectivos son de una naturaleza «no sistemática».
Quien entra en Francia por La Jonquera, por ejemplo, observará que en el peaje del Pertús se forma una retención por culpa del cierre de la mitad de las barreras y a la presencia de la policía francesa, que observa vehículo por vehículo al que accede al país galo.
El problema son las fronteras exteriores
Por otra parte, el Comisario Europeo de Asuntos Internos y Migración, Magnus Brunner, apuntó que Schengen solo es posible si se combina con una protección efectiva de las fronteras exteriores de la UE.
En este sentido, la Comisión Europea está estudiando opciones para frenar las llegadas masivas en bloque. La opción del offshoring, o internamiento de los inmigrantes en tránsito hacia Europa en países terceros, implementado ya por la primera ministra italiana Giorgia Meloni, ha captado mucha atención pese a dudas relativas a su legalidad. Australia utiliza un sistema similar con gran éxito en términos de reducción de las entradas ilegales, aunque su geografía nada tiene que ver con la europea.
Como ha recordado el ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Bernard Quintin, en el diario Politico.eu, “la situación de Europa y del resto del mundo ha cambiado muchísimo entre 1985 y 2025, y los marcos legales evolucionan”. Una forma sutil de decir que la Europa de hoy es menos segura para sus habitantes que la que propició el proyecto de Schengen a finales de la Guerra Fría.
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