Una vez más, las afirmaciones grandilocuentes de la Comisión Europea dirigida por Ursula von der Leyen chocan con la realidad de los países europeos.
Bruselas anunció en marzo un plan de rearme por valor de 800.000 millones de euros, centrado en lo que es su competencia, esto es, las capacidades industriales, pero en realidad sólo 150.000 millones provendrán de la UE y lo harán además bajo la forma de préstamos .
El resto iría a cargo de los propios estados, con el estímulo de que el gasto realizado en este capítulo no computaría en el déficit oficial. Pero ni siquiera así los estados europeos parecen demasiado dispuestos a incrementar substancialmente el gasto militar.
En España, que en su día declaró que contabilizaría como gasto militar otras partidas presupuestarias, incluyendo el ámbito del medio ambiente, se le suma ahora Italia con un discurso similar.
En su caso, el gobierno de Giorgia Meloni propone incluir en el 2% del Producto Interior Bruto (PIB) dedicado a defensa, costes relativos a la “infraestructura adyacente”, como la policía financiera y los guardacostas (que de hecho pertenecen a las fuerzas armadas, contrariamente al caso español).
Esto permitiría al país transalpino llegar al objetivo hacia finales de año sin tener que incrementar el gasto militar en términos reales, alternativa que comportaría recortes en otros sectores debido al escrutinio que mantiene Bruselas sobre las finanzas públicas de Roma.
El ministro de finanzas, Giancarlo Giorgetti ha anunciado que su gobierno no contempla tampoco acogerse a la excepción propuesta por la Comisión Europea para descontar hasta 1,5 puntos porcentuales del déficit público si estos se destinan a la defensa.
España e Italia no son los dos únicos países europeos que intentan evitar aumentar los presupuestos de defensa reduciendo otras partidas socialmente más sensibles.
En Francia, “la economía de guerra” querida por el presidente Emmanuel Macron está resultando ser un espejismo. Especialmente teniendo en cuenta la complicadísima situación fiscal del país, con un déficit público sobre el PIB que ronda el 6%. De hecho, determinados programas del ministerio de defensa se han visto ya privados de continuidad.
En cuanto a Alemania, el futuro canciller, el democristiano Friedrich Merz, ha anunciado un plan de endeudamiento masivo para reflotar la economía, haciendo especial énfasis en las infraestructuras climáticas y la defensa. Alemania todavía tiene margen de endeudamiento gracias a sus particulares restricciones constitucionales, pero su “cuidado” pasa paradójicamente por caer en los mismos errores que sus vecinos.
Además, Alemania debe hacer frente a otro grave problema si quiere rearmarse, y es que sus fuerzas armadas sufren un déficit crónico de personal que no ha parado de empeorar en los últimos años.
De hecho, el año pasado la institución registró un saldo negativo, esto es, el número de soldados que dejaron el uniforme sobrepasó el de los nuevos reclutas. De estos, además, prácticamente una tercera parte abandonó el programa de entrenamiento inicial.
El único gran país europeo que parece aplicar las directivas de Bruselas y la OTAN es Polonia. Pero este es un caso totalmente diferente al de los países de Europa occidental.
Una vez más, las afirmaciones grandilocuentes de la Comisión Europea dirigida por Ursula von der Leyen chocan con la realidad de los países europeos Compartir en X