El trasfondo cultural del primer ciclo bursátil del franquismo (15). Las Letres. Nacionalcatólicos e incorporaciones opusdeistas (X)

El predominio del sector católico se fue consolidando a medida que perdía peso el hegemonismo falangista. El equilibrio gubernamental que mantenía Franco se acomodaba a las vicisitudes políticas del momento, en particular a la evolución de la guerra europea y a los enfrentamientos entre las diferentes familias del régimen.

La Iglesia, que desde un principio había tenido una clara inclinación a favor del bando sublevado (la Carta del Episcopado y la subsiguiente entronización de la Cruzada), mantuvo una discreta participación en tareas gubernamentales a lo largo de los años de la contienda y en los del inicio de la posguerra.

El fervor parafascista de aquellos tiempos encumbraba a los falangistas, aunque, ya en el segundo gobierno de la dictadura, es decir, a partir del 9 de agosto de 1939, ocupó la cartera de Educación Nacional, como se dijo, el católico integrista José Ibáñez Martín.

Mientras tanto, Serrano Suñer había pasado de Interior a Gobernación y de Gobernación a Exteriores, y es bien sabido que “los exteriores dan directamente a la calle”. Serrano Suñer sale del gobierno, Tovar y Ridruejo son cesados de sus competencias en Prensa y Propaganda, Laín Entralgo deja la dirección de El Escorial, siendo sustituido por José María Alfaro Polanco (1905-1994), un escritor burgalés, Premio Nacional de Literatura en 1933, que luego el franquismo situaría como embajador en Colombia y Argentina.

Asimismo, el catedrático de Derecho Civil y falangista destacado, Alfonso García Valdecasas (1904-1993), pierde la dirección de la Revista de Estudios Políticos, sucediéndole a partir del otoño de 1942 Francisco Javier Conde García (1908-1974), igualmente catedrático de la Universidad de Madrid y más adelante también premiado con importantes responsabilidades diplomáticas.

Va quedando atrás el aislamiento y la fascistización y empieza el camino hacia la apertura y la democracia orgánica, con el hito que a continuación supondrá la designación de “España católica”, sancionada por la Ley de Sucesión de 1947.

El giro se amplía a finales de 1943 y, de modo definitivo, en 1945, cuando los aliados salen victoriosos en la guerra europea. La familia nacionalcatólica asume todo el protagonismo, centrado en educación (Ibáñez Martín) e investigación (el padre Albareda).

Mientras tanto, Gobernación había pasado a manos del militar Valentín Galarza y la vicesecretaría de Educación Popular la ocupaba Gabriel Arias Salgado (1904-1962), un católico-falangista que, cuando se produzca el cambio de gobierno de 1951, será nombrado titular del nuevo ministerio de Información y Turismo.

El grueso de las competencias en prensa y propaganda quedará depositado en Arias Salgado con la inestimable colaboración del ya citado Juan Aparicio. Los falangistas, en particular el Grupo de Burgos, se “acomodarán” en una segunda línea, orientando su influencia en el ámbito universitario, en las tareas propias del SEU y sucesivamente en las relativas al acceso al profesorado.

En este punto, de todos modos, será el Opus Dei quien obtenga “la mejor parte”. A lo largo de la década de los cuarenta, 23 hombres de la Obra obtendrán cátedra universitaria, empezando por José María Albareda, que la ocuparía en 1940. A continuación, Calvo Serer, Vicente Rodríguez, Pérez Embid, Antonio Fontán, Sánchez Bella… También importantes figuras del futuro político, como Laureano López Rodó o Alberto Ullastres.

López Rodó, después de fracasar en el primer intento, accede a la cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad de Santiago en el mes de julio de 1945; Ullastres, a la de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Murcia, en diciembre de 1948, si bien no llegó a tomar posesión al concedérsele una excedencia para que no tuviera que abandonar sus tareas en Madrid (Ullastres fue designado en segundo lugar con tres votos, obteniendo el liberal Juan Sardà Dexeus el número uno por unanimidad).

En un clima “belicoso”, el tema de las oposiciones a cátedra fue una cuestión discutida y polemizada con clara intencionalidad político-ideológica, esgrimiendo por la parte contraria el temerario sarcasmo: “catedrático es/quien de cinco votos/obtiene tres”.

Con todo, en la época también accederían a la cátedra los falangistas Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar.

Así las cosas, Franco mantenía falangistas en el gobierno (principalmente, el camisa vieja Girón en Trabajo, el camisa nueva Fernández Cuesta en Justicia y, en cierta medida, el acomodaticio Arrese en la Secretaría General del Movimiento), pero los focos de irradiación doctrinal e ideológica irían experimentando reorientaciones significativas que se harían notar en las publicaciones de cada parte.

Los falangistas, atrincherados y dolidos, aunque no por ello en rebeldía, ya que, al fin y al cabo, se sentían parte del “Nuevo Estado”, continuaron con el impulso que suponía la revista Vértice hasta 1946, cuando cerraría sus puertas, y también en El Escorial, a pesar de haber perdido su control a raíz de los cambios ministeriales de 1942.

Contribuirían al lanzamiento de la nueva revista Garcilaso, Juventud Creadora (1943), fundada por José García Nieto (1914-2001). Rivalizaría con Espadaña del grupo de Vitoriano Crémer (1906-2009), de línea editorial contraria al régimen y de claro compromiso político y social.

También aprovecharían la aparición de nuevas publicaciones en el ámbito privado y pretendidamente independientes, como Índice (1945) e Ínsula (1946).

Ahora bien, en este contexto de “reflexión falangista” sobresale la aceptación por parte de Laín Entralgo de dirigir en 1948, acompañado de Luis Rosales, la revista Cuadernos Hispanoamericanos, que en cierta medida intentará, en la línea “comprensiva” iniciada en la última época de El Escorial, la aproximación a figuras del republicanismo como Antonio Machado, así como el contacto con el exilio en tanto que alternativa a la revista editada en México, Cuadernos Americanos.

Por el lado del nacionalcatolicismo, en auge creciente en estos años, la revista de referencia, dejando Ecclesia para cuestiones de tipo episcopal, fue Arbor, verdadera estrella de la época.

Fundada en Barcelona en marzo de 1943 por Rafael Calvo Serer, Ramón Roquer y Raimon Paniker, pronto se trasladó a Madrid dentro de la órbita del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo su revista más emblemática.

Calvo Serer sería su “factótum” hasta mediados de los años cincuenta, excepto durante un par de años (1947-48) en los que ejerció como subdirector del Instituto Español en Londres.

Su distanciamiento de Arbor y del CSIC se debe a la publicación en 1953 en París de Écrits, un manifiesto en el que reclamaba una tercera fuerza nacional, los monárquicos, para sustituir a democristianos y falangistas.

Mientras tanto, las páginas de Arbor acogieron artículos y trabajos de las figuras más destacadas de la intelectualidad del momento, sin faltar colaboraciones de naturaleza político-institucional, entre las cuales se encuentran algunas del almirante Luis Carrero Blanco.

Abundaron los números monográficos y la organización de seminarios. Se contaba con las aportaciones de editoriales fundadas por miembros de la Obra, entre las cuales destaca Rialp. Y, de manera muy especial, con el refuerzo del simbólico Ateneo de Madrid, presidido por opusdeístas tan notorios como Pedro Rocamora (1946-1951), Florentino Pérez Embid (1951-1956) y Vicente Rodríguez Casado (1956-1961).

En el clima así generado, se configuró la llamada “generación del 48” (parece que fue el prestigioso historiador catalán Jaume Vicens Vives quien les dio este nombre, ya que en aquel tiempo estaba vinculado con ellos).

A esta generación se la calificó también de “westfalianos”, ya que precisamente en 1948 se conmemoraba el tercer centenario de la paz de Westfalia, que había puesto fin a la guerra de los Treinta Años. Con este motivo, Vicente Palacio Atard publicó un artículo en Arbor (Westfalia ante los españoles de 1648 y 1948), que originaría una interesante discusión intelectual sobre los acontecimientos de aquellos años, incluyendo otros episodios históricos análogos como 1848, por las revoluciones sociales y la publicación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, o 1898, por el desastre colonial, ya que en 1948 se conmemoraba su cincuentenario.

El trasfondo cultural del primer ciclo bursátil del franquismo (14). Las Letras. Nacionalcatólicos e incorporaciones opusdeístas (IX)

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