El trasfondo cultural del primer ciclo bursátil del franquismo (13). Las Letras. Las familias del franquismo (VIII)

La “familia católica” sucedió en el tiempo a la falangista en el hegemonismo cultural dentro de la intelectualidad afecta. Sus componentes se distribuían en tres grupos, dos ya activos en la época republicana y otro que se integraría, y además con fuerza, a partir de la segunda mitad de los años cuarenta.

Los dos primeros grupos eran el de los “católicos integristas”, que seguían a Ramiro de Maeztu, agrupados alrededor de la revista Acción Española (1931), y el de los “católicos gradualistas”, liderados por Ángel Herrera Oria en tanto que presidente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. El tercer grupo lo componen miembros del Opus Dei, instituto que, nacido en 1928, iría adquiriendo realce al concluir la guerra con la publicación en 1939 de Camino, por Josemaría Escrivá de Balaguer.

El conjunto caracterizaría el “nacionalcatolicismo”, cuya denominación se atribuye al canónigo sevillano José María González Ruíz (Sevilla, 1916 – Málaga, 2005), que, al parecer, lo analogó, por un lado, con el “nacionalsocialismo” nazi y, por otro, con el falangista “nacionalsindicalismo”.

Tal denominación, de todos modos, adquirió carácter de naturaleza cuando el jesuita e historiador Alfonso Álvarez Bolado (Valladolid, 1928 – Salamanca, 2013) la utilizó en diferentes artículos, enfatizando su significado y alcance. A este tenor, los fundamentos doctrinales del nacionalcatolicismo reposan en la identificación de la tradición española con el catolicismo, en línea con el pensamiento de Marcelino Menéndez Pelayo y, en cierta medida, también con el de Juan Vázquez de Mella.

En este sentido, el catedrático de Ética de la Universidad de Madrid y “sacerdote de vocación tardía”, Manuel García Morente (Jaén, 1886 – Madrid, 1942), fiel intérprete del cardenal franquista Isidro Gomá (Tarragona, 1869 – Toledo, 1940), sentenció: “No se puede ser español y no ser católico, porque si no se es católico no se es español”.

Habida cuenta de que el nacionalcatolicismo respondía al consentimiento estatal que el franquismo daba a la Iglesia Católica en tanto que legitimadora por excelencia del régimen, la familia católica estuvo con el bando sublevado desde el primer momento.

En septiembre de 1936, el obispo de Salamanca, Enrique Pla y Deniel (Barcelona, 1876 – Toledo, 1968), acompañado de otros prelados, hizo pública una carta pastoral, Las Dos Ciudades, en la cual justificaba la sublevación y constituía la fundamentación teológica de lo que se denominó “Cruzada” (Pla y Deniel cedió la Sede Episcopal salmantina a Franco para que ubicara en la misma la Jefatura del Estado).

Sin embargo, lo definitivo fue la Carta Colectiva del Episcopado Español, firmada en Pamplona el 1 de julio de 1937 por 43 obispos (solo 4 rechazaron la firma, entre ellos el cardenal Francesc Vidal i Barraquer). La carta, con la anuencia del papa Pío XI y el conocimiento de Franco, se encargó al cardenal Gomá, en tanto que arzobispo de Toledo y primado de España, con la finalidad “de mostrar al mundo la postura de los obispos españoles y defenderse así de los ataques de la prensa extranjera a la labor eclesial como instigadora y fomentadora de la misma guerra”.

A continuación, se consagró en el ámbito doméstico el eslogan “¡Por el Imperio hacia Dios!”.

La familia católica, con el trasfondo del “fascismo clerical”, tuvo importantes representantes entre los diferentes grupos que la constituían. Unos, provenientes de la ACNdeP y, más adelante, también de Acción Católica; y otros, miembros del Opus Dei, con añadidos ocasionales de socios del Ateneo madrileño.

Además de su actividad intelectual, entre los primeros destaca su labor política en diferentes departamentos ministeriales, y entre los segundos, sus tareas organizacionales en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Así, mientras José Ibáñez Martín y Alberto Martín-Artajo ocuparon los ministerios de Educación Nacional y Asuntos Exteriores, respectivamente, José María Albareda Herrera desempeñó la secretaría general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

José Ibáñez Martín

José Ibáñez Martín nació en Valbona (Teruel) el 18 de diciembre de 1896. Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia, obteniendo luego una plaza de catedrático de instituto (1922).

Durante la dictadura de Primo de Rivera ingresó en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, desempeñando cargos en la administración local de Murcia. Al estallar la guerra, se vinculó al ejército franquista, habiendo sido diputado en Cortes durante la República.

Tras la destitución de Pedro Sainz Rodríguez como ministro de Educación Nacional, Franco, por sugerencia de Serrano Suñer, le nombró para estas responsabilidades el 9 de agosto de 1939 y continuó en el cargo hasta el 19 de julio de 1951. Aplicó la política de someter la educación española a los intereses del régimen y de la Iglesia Católica, con una activa participación en la reorganización de la enseñanza.

Bajo su mandato se creó la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de Madrid, y las escuelas de Veterinaria pasaron a ser facultades. Escribió el prólogo para la edición nacional de las Obras de Menéndez Pelayo.

Fue el primer presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, de 1939 a 1967. Fue embajador en Portugal, sustituyendo al hermano del caudillo, Nicolás Franco. Falleció en Madrid el 21 de diciembre de 1969, a los 73 años.

Alberto Martín-Artajo Álvarez

Alberto Martín-Artajo Álvarez (Madrid, 1905-1979) fue ministro de Asuntos Exteriores desde el 20 de julio de 1945 al 25 de febrero de 1957, cartera que aceptó tras consultarlo con el cardenal Enrique Pla y Deniel.

En aquel entonces presidía Acción Católica Española, siguiendo una larga trayectoria que había iniciado en la época republicana en estrecha colaboración con Ángel Herrera Oria, en tanto que director del diario católico El Debate.

Dentro de sus actividades como ministro, muy activas para romper el aislamiento de la dictadura, destacan la firma del Concordato con la Santa Sede en agosto de 1953, el ingreso de España en la ONU en 1955 y el reconciclo burocimiento de la independencia del Protectorado Español de Marruecos en 1956.

Había estudiado Derecho en la Universidad de Madrid, obteniendo después una plaza de Letrado del Consejo de Estado (1930). Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

José María Albareda Herrera

José María Albareda Herrera nació en Caspe (Zaragoza) el 15 de abril de 1902. Se especializó en Ciencia del Suelo y cursó estudios en diferentes universidades alemanas.

Fue el primer secretario general del CSIC en 1939, cargo que desempeñó hasta su muerte en marzo de 1966. En 1935 conoció a Josemaría Escrivá de Balaguer e ingresó en el Opus Dei dos años más tarde.

Recibiría la ordenación sacerdotal en 1959, continuando con toda su actividad profesional y académica. Fue Rector de la Universidad de Navarra desde su fundación en 1960 hasta 1966.

Fue el primer miembro del Opus Dei que acudió al Vaticano, siendo recibido por el papa Pío XII en julio de 1942.

El trasfondo cultural del primer ciclo bursátil del franquismo (12). Las Letras. La intelectualidad falangista (VII)

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