El reciente debate de cuatro horas en el Congreso sobre el acuerdo de financiación pactado entre PSOE y ERC dejó un vacío informativo preocupante. Al finalizar, no sabemos más de lo que sabíamos antes de empezar: sólo conocemos la versión pública de ERC, que establece que Catalunya recaudará, gestionará y liquidará sus impuestos, pagará por los servicios del Estado y realizará una aportación al fondo de solidaridad.
Sin embargo, no se han aclarado los detalles sobre cómo ni cuándo se va a implementar este pacto. Aunque podría parecer un “Concierto Económico” similar al del País Vasco o Navarra, no lo es. Cataluña no tiene la capacidad para determinar el coste de los servicios que presta el Estado, ni existe un cupo fijo, lo que sitúa esta propuesta en un territorio ambiguo, más cercano a un Pacto Fiscal sin las garantías necesarias.
El precedente de Artur Mas y su fallido intento de pacto fiscal con Mariano Rajoy, que condujo al proceso independentista, sigue latente. Si el acuerdo actual carece de concreción, podría derivar en un simple simbolismo, sin mejoras sustanciales para Cataluña. El riesgo de incumplimiento es alto, como ha ocurrido en acuerdos anteriores. Además, este pacto se enmarca en la largamente postergada reforma del sistema de financiación autonómica, pendiente de revisión desde hace más de una década, lo que añade mayor incertidumbre.
El Gobierno de Pedro Sánchez debería haber esclarecido el procedimiento y la viabilidad legal de la propuesta, pero, en cambio, los detalles son confusos. Es posible que se trate de un acuerdo sin contenido real, lo que representaría una grave irresponsabilidad por parte del Ejecutivo. ERC, por su parte, parece interesada en mantener la ambigüedad, lo que podría permitirle adaptar la narrativa a su conveniencia. Si conocen el contenido y lo ocultan, estaríamos ante un claro engaño a la ciudadanía. Esta falta de transparencia refleja un preocupante deterioro de la calidad democrática en España, donde los acuerdos políticos clave parecen diseñados para confundir más que informar.
Todo esto se produce, además, en un contexto en el que los pactos con el gobierno de Sánchez no se cumplen. Hoy en día, el acuerdo de Junts sobre inmigración es papel mojado, y el traspaso de Cercanías, que siguen funcionando igual de mal, es un asunto de comisiones y grupos de trabajo.
Justo ahora comienzan a cumplir algunos de los compromisos que Sánchez adquirió con ERC para conseguir el voto de ese partido para la investidura del presidente. Esto por no recordar la inutilidad de la famosa “mesa de diálogo”, clave en la estrategia republicana. Hasta ahora, la larga lista de negociaciones que tanto critica el PP no ha supuesto ningún avance sustancial para los problemas clave de Catalunya, el hundimiento electoral de ERC y la hegemonía política de los socialistas en Catalunya. Nunca como ahora, que tienen los votos para hacer y deshacer gobiernos en España, los diputados catalanes en el Congreso han mostrado sus enormes carencias y miserias políticas.