El primer artículo de esta miniserie exploraba el viraje del Partido Republicano desde el libertarismo económico y el neoconservadurismo (o intervencionismo) en materia de política exterior hacia posiciones más coherentes con los grandes postulados conservadores de los líderes más exitosos del partido en el siglo XX, desde de Dwight Eisenhower hasta Ronald Reagan.
Este segundo artículo busca responder a la pregunta de qué es lo que define este retorno a los valores verdaderamente conservadores que el Partido Republicano o Gran Viejo Partido (GOP por sus siglas en inglés de Grand Old Party ) defendió en sus mejores momentos del siglo XX, y que el candidato a la vicepresidencia JD Vance posicionó en el centro de su discurso en la convención republicana de Milwaukee de mediados de julio.
Economía
Siguiendo la crónica que hizo el politólogo Oren Cass, Vance describió, para empezar, una economía que enfatizaba el papel de las siguientes instituciones: familia, comunidad e industria, esta última en particular por el sentido de lo concreto y tangible, de la herramienta como diría Vicens Vives en el caso de Catalunya, así como por el aspecto comunitario, colectivo, que confieren los establecimientos que conforman este sector económico.
Unas referencias además íntimamente vinculadas con la experiencia vital del propio Vance en la periferia rural de Estados Unidos, descrita con una mezcla de añoranza y crudeza en su obra traducida al castellano “Hillbilly, una elegía rural”.
Para conseguir esta economía vinculada, arraigada, Vance propone dar marcha atrás en los excesos de la globalización, restringiendo la inmigración masiva (que como se ha demostrado ha tenido un impacto importante en el estancamiento de los sueldos estadounidenses), impulsando la industria local, regulando Wall Street, revitalizando las uniones de trabajadores, ofreciendo mejores alternativas a la educación universitaria y ayudando a las familias trabajadoras a salir adelante sin depender de las ayudas públicas.
Un programa ambicioso que además podría categorizarse en su conjunto como de izquierdas (recordemos, por cierto, que hasta finales del siglo XX, los partidos comunistas europeos se posicionaban en contra de la inmigración masiva).
En este sentido, el Partido Republicano estaría de nuevo intercambiando su rol con un Partido Demócrata cada vez más escorado a favor de las élites económicas, como ya sucedió a principios del siglo XX cuando los Republicanos se convirtieron en el partido del capital.
Política exterior
Según Cass, la política exterior propuesta por Vance no es ni «románticamente demasiado ambiciosa ni tozudamente aislacionista, sino pragmática y realista«.
Esta opción aparece como una tercera vía después de más de 30 años de intervencionismo norteamericano en todo el mundo, generador entre las clases populares y medias de un sentimiento de desengaño y de hartazgo que no ha parado de crecer.
En la práctica, la política exterior conservadora que propondría Vance valora como “vitales” las “alianzas atlánticas” (en plural, no en singular, denotando seguramente la necesidad de revitalizar los vínculos bilaterales), pero exige a la vez a los europeos que asuman la suya propia, defiende como una responsabilidad primariamente europea , no americana.
Asimismo, reconoce que es en Asia donde «los escasos recursos» que los estadounidenses están dispuestos a comprometer resultan más necesarios para los intereses de su país.
Una posición que en último término beneficia a los europeos, ya que les empuja a dotarse de la voluntad y de los recursos necesarios en vez de seguir apoyándose, sin ningún tipo de creatividad (ni prácticamente conciencia de los intereses propios, se podría añadir), en la postura de Washington, como las élites europeas hacen desde que Joe Biden llegó a la presidencia.
Sociedad y diversificación «racial» del votante conservador
El discurso de Vance llegó a la apoteosis cuando declaró que en su partido había espacio suficiente para albergar muchas posiciones diferentes en todos los aspectos de la agenda presidencial, desde la seguridad nacional hasta política económica.
La estrategia es abogar por el pragmatismo económico y político y al mismo tiempo por la recuperación de los vínculos sociales, anclándose en unos firmes valores que llevan sobre los fundamentos de la sociedad, a cuyo frente se sitúan tres grandes clásicos de la cultura norteamericana, Dios, la patria y la familia.
Aquí hay que hacer una consideración destacada y es que a diferencia de épocas pasadas, el voto estadounidense se está por primera vez alejando de la grieta étnica (“racial”, para utilizar el término del país) y acercándose a la grieta ideológica.
Dicho de otro modo, muchos estadounidenses de ascendencia africana o hispana se sienten suficientemente integrados como para votar según sus verdaderas ideas políticas, y no por el color de piel. Y como han empezado a demostrar los estudios demográficos y estadísticos, mira por dónde resulta que estas ideas son bastante conservadoras.
Parece pues ser el momento para que una agenda conservadora construida en estos principios consolide una sólida mayoría política, a pesar de que tendrá que vencer fuertes resistencias.