En la semana de interludio entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas se pudo observar de nuevo un fenómeno cada vez más abiertamente reconocido, aunque no por ello menos inquietante.
Se trata de la gran connivencia de las élites políticas, mediáticas y en buena parte también económicas y financieras hacia la extrema izquierda de la coalición (otros la llaman cartel ) de izquierdas del Nuevo Frente Popular francés.
Un programa de extrema izquierda
Recordemos ante todo que el programa del Nuevo Frente Popular supone numerosas rupturas profundas que hacen necesario utilizar el calificativo de extrema izquierda, a pesar de que los medios lo hayan rechazado para evitar equipararlo con Le Pen.
Entre ellas destaca un gran choque fiscal, que incluye la recuperación del polémico Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna (ISF) introducido por primera vez bajo François Mitterrand en 1981 y que en la práctica es una doble imposición al capital, un nuevo impuesto a los “superbeneficios” de las empresas y un nuevo incremento de la progresividad de los impuestos sobre el trabajo y las cotizaciones sociales.
El programa también busca incrementar la inmigración y realizar una gran regulación de los inmigrantes clandestinos (a pesar de que todos los sondeos demuestran continuamente que dos terceras partes de los franceses quieren limitar lo máximo posible la nueva inmigración), rebajar la edad de jubilación a 60 años, subir el sueldo mínimo y el de los funcionarios, gastar masivamente en enseñanza (sólo la pública, por supuesto) y sanidad, y finalmente detener todos los proyectos de grandes infraestructuras, en nombre de la ecología.
En el ámbito ideológico, el Nuevo Frente Popular quiere extender la procreación medicamente asistida a las personas transgénero, introducir una “baja menstrual” para las mujeres y “luchar contra todas las formas de racismo, antisemitismo e islamofobia”, ha visto repetidamente durante la campaña se reduce a la práctica a acusar de racista y antimusulmana a la derecha, mientras se canta que Palestina se extienda «desde el Jordán hasta el Sena».
Los últimos aliados de Macron
He aquí lo que plantean los que se han convertido en los nuevos, y últimos, aliados de Emmanuel Macron y su desinflado partido Renacimiento para mantenerse en el poder hasta las próximas elecciones presidenciales de 2027.
En el campo de Macron, la semana pasada quedó claro que toda coherencia política, respecto a su propio electorado y el más elemental sentido común quedarían sacrificados en el altar del frente republicano para cerrar el paso a la extrema derecha” de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella. En la práctica, esto significa que Macron y el Frente gobiernen juntos.
Un fenómeno similar se ha extendido por toda la esfera mediática internacional. Un caso particularmente sorprendente es la simpatía manifiesta de un diario tan (en teoría) contrario al Nuevo Frente Popular como Financial Times.
La receta de las élites que se alían con la extrema izquierda
Entre los diferentes artículos que expresan el deseo de que Macron gobierne con la extrema izquierda destaca una pieza firmada por la premio Nobel de Economía Esther Duflo, donde alaba el Nuevo Frente Popular, espera que la izquierda siga “consolidando sus fuerzas” y declara (sin aportar fundamento alguno) que el programa electoral del RN beneficia a los ricos y penaliza a los pobres.
Para más inri para una doctora en economía, Duflo se atreve a afirmar que las críticas al programa económico de extrema izquierda del Frente «no entienden la situación». Y añade: “el RN ofrece un programa en el que los inmigrantes y los más pobres pierden. Resulta seductor para quienes tienen poco y temen perder terreno. Para evitar esta oscura visión, una muy vasta izquierda debe proponer una nueva”.
Lo que Duflo evita mencionar es que la receta de esta “vasta izquierda” ya es conocida por aquellos que se atreven a admitirla.
Se trata en realidad de la receta que se ha estado implementando en Europa y Estados Unidos en los últimos años: inmigración no calificada masiva, estancamiento de los sueldos, adelgazamiento de las clases medias, incremento de impuestos, imposición de aranceles a los productos extranjeros más competitivos y multiplicación de las subvenciones y del gasto público en general.
Una receta que busca en último término la creación de una ciudadanía dependiente y clientelar.
Todo ello con la connivencia de buena parte de las élites económicas y financieras occidentales que esperan, a cambio, poder mantener su posición dominante en los mercados en contra de los nuevos entrantes.
Si esta visión logra mantenerse en el poder, como todo parece indicar vistos los resultados en la práctica de las elecciones europeas y francesas, Occidente y Europa en particular acelerará aún más su decadencia económica, social y cultural.