La gran sustitución de la población nacida en el país por la procedente del extranjero ya es un hecho que se completará en un período inferior a 15 años. Lo constatan los últimos datos hechos públicos por el Idescat sobre los nacimientos, a los que hay que añadir otros datos previos. Según la última referencia del Idescat para el año 2023, nacieron sólo 54.180 bebés. El año anterior habían nacido 56.882 y una década antes, en el 2013, la cifra era de 71.591. En el transcurso de 10 años, la natalidad se ha reducido en más de un 15%.
Situación actual de la natalidad
Es el peor dato de población desde 1995 en cuanto al número de nacimientos. En realidad, es el peor dato de la historia excepto el de los años de la Guerra Civil, ya que los nacimientos guardan relación con la población total. En 1995 no se llegaba a los 6 millones de habitantes y ahora somos 8 millones. La diferencia es patente.
Naturalmente, como las defunciones siguen aumentando, el déficit vegetativo crece y el hecho de que la población total tenga, a pesar de esta circunstancia, un signo positivo, se debe al gran flujo inmigratorio.
Índice de fecundidad
El problema nuclear es el índice de fecundidad, el número de hijos por mujer en edad de engendrar, que se ha situado en un mínimo histórico, 1,10. El menor de todos, porque la anterior peor cifra era de 1,17. Cabe recordar que el dato de equilibrio de la población es casi el doble, de 2.1 hijos por mujer. También es el peor dato en relación a la tasa bruta de natalidad, 6,8 nacidos vivos por cada 1.000 habitantes.
Las mujeres no tienen hijos o tienen muy pocos, una parte importante porque no tiene ninguna, y ésta es una cifra que crece, y otra porque, al tener el primer hijo muy tarde, hace muy difícil que alcance el segundo. Concretamente, la edad del primer nacimiento es de 31,7 años.
Comparación entre población autóctona y extranjera
En realidad, la fecundidad de la población autóctona es menor; sólo 1,06 hijos por mujer, pero como la de las mujeres nacidas en el extranjero se sitúa en el 1:32, resulta la media antes indicada. Esto representa que cada vez nacen menos hijos de población autóctona, sólo 35.408 en 2023, mientras que de madre extranjera fueron 18.774, con un crecimiento de 1,9% respecto al año anterior. El resultado es que más de 1/3 parte (34,6%) de los nacidos son de madre extranjera.
Evolución demográfica
Con datos de 1 de enero de 2024, el 23,8% de la población de Cataluña había nacido en el extranjero, casi 1 de cada 4. En España, la cifra equivalente es del 16,9%. Si a este colectivo se le añaden los hijos nacidos de madre extranjera menores de 25 años, la cifra total se eleva hasta el 29,7%. Por su parte, y para la misma fecha, los niños nacidos en 2022 con al menos un progenitor nacido en el extranjero significaban prácticamente la mitad de la población, 49,5%. En España, el 34,1%.
En Barcelona, la cifra es aún más preocupante: el 53,4% de los hombres jóvenes nacieron en el extranjero, nos referimos a la edad comprendida entre los 20 y los 39 años. Por tanto, en esta cohorte de población, las personas autóctonas ya son minoría. Y eso marcará nítidamente el futuro porque cada vez nacerán más hijos de padres nacidos fuera, al tiempo que se mantendrá, si nada cambia, mientras se generen puestos de trabajo, un flujo inmigratorio como el actual, que es singularmente alto. Éste es un fenómeno específico de Cataluña.
Distribución provincial de la natalidad
Podemos verlo si constatamos que los niños nacidos en 2022 con al menos un progenitor nacido en el extranjero, teniendo en cuenta la provincia de residencia de la madre, los tres primeros lugares los ocupan las circunscripciones catalanas: Girona con el 53,7%, Lleida con 49,3% y Barcelona con 49,2%. Tarragona es la quinta con un 47,5 por ciento. Para situar una referencia, Madrid ocupa el noveno lugar con un 43,3% y en el caso del País Vasco, en Álava se da una situación no similar pero sí próxima con un 44,9%, pero las demás provincias vascas quedan lejos: Gipuzkoa ocupa el puesto 22 con el 36,3% y Vizcaya el puesto 27 con un 34,3%.
Esto no será porque estos territorios tengan una mala situación económica, sencillamente su política y su estructura productiva está orientada de una forma que genera mucha menos dependencia por la población inmigrante que tiene como prioridad en sus puestos de trabajo aquéllos que tienen una calificación menor, como la hostelería y, en general, todo el sector turístico y el pequeño comercio.