La inmigración sí es un problema. Constatarlo no es xenofobia; por el contrario, sirve para que la xenofobia no prospere más.
Hacia el final de la campaña, el PP sacó por primera vez ese tema con contundencia. Los comentaristas, que todo lo saben, señalaron que era para evitar que Vox le monopolizara. Error sobre el motivo. En realidad, al entrar en esta cuestión salió uno de los resultados de los focus group que realizaba el PP a lo largo de la campaña.
Esta técnica complementa las encuestas, es de carácter cualitativo y sirve para estudiar las opiniones de la población en general o de los grupos que interesa.
Lo que constataron los populares era que la inmigración y sus consecuencias negativas, sobre todo en materia de seguridad, eran percibidas como un problema por parte de la gente. Y, atención, no se trata de estadísticas sino de lo que la gente percibe, que es la base de la política que se hace hoy en día. El problema de la inmigración estaba en muchos votantes.
Tanto es así que un partido nuevo que ha logrado superar la difícil entrada en el parlamento, Aliança Catalana, ha fundamentado básicamente su campaña en este punto. Por pocos votos no obtuvo representación en Barcelona. Si esto hubiera resultado así, en ese momento tendrían tantos o más escaños que la CUP y estarían en el mismo orden de magnitud que los Comunes.
Mucho antes de eso, Vox ya había hecho un tema de la inmigración, si bien en el caso de Catalunya queda bastante enmascarado por su anticatalanismo que, por cierto, han querido matizar sacando una bandera catalana en uno de sus carteles electorales, algo muy contradictorio con su programa, porque propone la supresión de las autonomías y volver a un régimen provincial. Y eso significa que Catalunya y, por tanto, su bandera, desaparecería como realidad institucional y administrativa. Pero, en fin, las campañas dan para estas y otras muchas contradicciones.
La inmigración es un problema porque así lo dicen las cifras. Constatémoslo.
Según el censo, la población extranjera en 2023 era de 1.362.000 personas, 131.000 más que hace dos años. Esto significa un incremento de casi el 1% anual. Sin embargo, esta forma de contar minimiza el hecho inmigratorio porque lo que hay que observar es otro dato estadístico: la población nacida en el extranjero. En este capítulo, el número de residentes en Cataluña con este origen es de 1.774.000 personas y ha crecido algo más de 200.000 en un año, es decir un 2,5% anual. Si ese ritmo se mantuviera, y esto es lo que quiere el gobierno español y muchos sectores empresariales, representaría un aumento del 25% en sólo 10 años.
La diferencia entre población extranjera y población nacida en el extranjero nos señala la cantidad de personas que han alcanzado la nacionalidad española. Es una cifra importante en Catalunya, porque en 2023 representan 412.506, lo que equivale al 7,2% de los electores. La población nacionalizada de origen extranjero se ha convertido ya en un grupo electoral que incide y lo hará mucho más en el futuro.
Para dar idea de su dimensión digamos que se acerca al grueso de población que existe Cataluña entre los 20 y 29, años con una diferencia radical, mientras el de origen extranjero crece rápidamente, ya hemos visto a qué ritmo anual, el de población autóctona se reduce también muy rápido. Este solo hecho, su incidencia electoral, altera ya todos los paradigmas preexistentes, pero los partidos, al menos una parte de ellos, actúan como si esto no existiera.
Esta abundancia de población inmigrada facilita el crecimiento de sectores de baja productividad, como todos los relacionados con el turismo. Presiona determinados servicios, como la escuela y los de carácter social, y lo hace de forma especial sobre la vivienda para las rentas más bajas en las grandes ciudades.
Es cierto que sus aportaciones a la Seguridad Social son de signo positivo, si bien para realizar el balance real hay que añadir el ingreso que en un futuro obtendrán cuando se jubilen. No se puede realizar el cálculo contando sólo lo que ahora aportan porque en realidad su aportación equivale a una obligación futura por parte de la Seguridad Social.
Por si fuera poco, el discurso acrítico con la inmigración es utilizado para enmascarar el desastre demográfico, con una natalidad de sólo 1,19 hijos por mujer, cuando para ir bien debería ser de prácticamente el doble.
Además en la cuestión de la vivienda compite con la población de ingresos más bajos y con los jóvenes, y éste es todo otro problema.