Cabe decir de entrada que los grandes derrotados son los usuarios de Cercanías. El mismo día de las elecciones se produjo una incidencia que no es como las habituales, tendrá efectos de larga duración y graves consecuencias para la economía y la imagen económica de Barcelona. A estas alturas, sólo se conoce la gravedad, se ignora si es un robo, una gamberrada o un sabotaje. En cualquier caso, define la fragilidad de nuestros sistemas y la nula seguridad en la que vivimos. Mientras tanto, votamos.
¿Quién ha ganado y quién ha perdido?
La victoria del PSC está clara. Ha quedado primero, ya lo había hecho en las anteriores elecciones, pero ahora con mucho mayor margen, y ha sumado 9 escaños. También ha ganado Junts, ha quedado segundo, ha superado a ERC y ha incrementado su cuota con 3 diputados. Y el que más lo ha hecho ha sido el PP. Estaba en la cola, ahora es la cuarta fuerza y ha incrementado 12 escaños, tantos como los de Illa y Puigdemont juntos.
Hay unos claros perdedores. ERC sufre una derrota histórica. Pierde 1/3 parte de los escaños, queda reducido a 20. Es una enmienda a la totalidad de todo lo que ha hecho y también a sus liderazgos. Pero el descalabro de la CUP es aún mayor porque pierde más de la mitad de los escaños, de 9 a 4 y se sitúa en la irrelevancia política. Ahí está la disminución de los Comunes, porque han perdido un 25% de los diputados. Lo que ocurre es que como están los demás grandes perdedores “a dolor de muchos consuelo de…”.
Lo que llama la atención de todos esos grupos derrotados es su nula capacidad para la autocrítica. Ni una sola referencia a lo que han hecho mal. Todo es fruto de la circunstancia y sobre todo de la “ola de extrema derecha” que asola al país. Es una ola, pero apenas llega a la rodilla porque ha alcanzado poco más del 10% de los votos. Excusas de mal pagador.
Sorpresas relativas:
Vox ha aguantado pese a la subida de los populares, y Aliança Catalana entra en el Parlament y lo hace por la vía más difícil, por la de las circunscripciones que exigen mayor porcentaje de voto, como Girona. Si logra apretar un poco más en Barcelona puede producirse una explosión.
Gana Sánchez porque puede decir que ha desactivado el independentismo, que logra el registro más bajo de toda su trayectoria. Incluso cuando esa opción no existía y se trataba de partidos nacionalistas. Sólo recogió el 43,6% de los votos y 61 escaños. Habría que retroceder hasta 1999 para encontrar una cifra tan baja, 68 diputados. Está claro que en las primeras elecciones, en 1980, y eso ya es mucho del otro siglo, sólo fueron representados por 57 escaños.
La causa de este bajón es evidente: ERC, que paga su entrega al gobierno de Madrid. Quería ser la izquierda que suplantaba a los socialistas y ha sido devorada por Sánchez. De hecho, el presidente del gobierno español absorbe vampíricamente energías de su entorno, sobre todo en toda España, de Sumar, también en Cataluña con los Comunes pero sobre todo ERC. El fracaso de la CUP se lo ha construido solo: inactividad, desorientación, verbalismo estéril y Aliança Catalana que le ha robado parte de la cartera.
El PP puede exhibir sus buenos resultados, que le permiten recortar diferencias con Sánchez, pero poco. La distancia porcentual en las anteriores elecciones fue astronómica, 19,2 puntos porcentuales, pero ahora sigue siéndolo, 17 pp. Catalunya sigue siendo la valía débil para que el PP pueda aspirar a gobernar en España, mientras que ahora ya sí que de forma irreductible es el baluarte socialista… si es que logra gobernar en la Generalitat, que es todo otro tema. Mientras, manda en Barcelona gracias a los populares y a su gran visión estratégica en la Diputación y en la AMB. Si lo redondea con el otro lado de la plaza Sant Jaume, su hegemonía será histórica.