Si las encuestas van a misa, el tripartito vuelve porque es la única combinación clara de mayoría absoluta. De esta forma tendríamos el mismo gobierno en Cataluña y en España. Realmente un resultado asombroso para partidos que como ERC ahora dicen que levantan la bandera de la independencia.
El segundo callejón sin salida hace referencia a Junts per Puigdemont. Si apoya a Sánchez en el voto de confianza, perderá toda una parte del electorado que, más que creer en el proyecto político, le ve como un incordio para Sánchez. Pero si rinde acatamiento ahora, ese hechizo desaparecerá. Pero es que si no lo hace y Sánchez no gana la confianza, la amnistía puede colgar de un hilo y ese es un coste que ni personal ni colectivamente puede permitirse, porque la realidad es que Puigdemont se alimenta de dos fuentes: la de siempre, la del independentismo que todavía cree posible, y una segunda, el refugio de quienes quieren confrontar con Sánchez sin pagar la hipoteca de transitar por las calles tan poco catalanas de los populares, no digamos ya de Vox.
Y esto es así porque más allá de la persona de Puigdemont, el programa que presenta Junts es de un progre descolorido. Utiliza el mismo lenguaje políticamente correcto del blog del tripartito, pero con colores más tenues. Miren que dicen en relación con la empresa, por ejemplo: «trabajamos a favor de una sociedad activa y emprendedora en todos los ámbitos, con capacidad y voluntad para dar respuesta a los retos colectivos en cooperación con las administraciones en contra de la resignación, subordinación o contemplación». ¿Se puede sentir representando un empresario pequeño o grande? Bien, y así todo lo demás.
La única característica que marca la diferencia es un claro posicionamiento para reducir impuestos, pero está por ver si esto es suficiente.
Lo cierto es que con la carta de Sánchez la campaña catalana de momento ha desaparecido del escenario y habrá que ver cuándo y cómo se recupera. Mala señal. Una manifestación más del sucursalismo real de la política en nuestro país. Lo que había sido uno de los ejes de la política de los buenos años de Pujol, evitar que el fragor español se comiera el debate catalán, ahora impera.
El resultado, según las encuestas el día de hoy, es que el independentismo pierde la mayoría en el Parlament.
Hay que ver con todos los revuelos si esto se mantiene o cambia, pero hoy es lo que se puede constatar. De confirmarse, será un durísimo golpe para aquellos que hasta ahora se han acostumbrado a hablar en nombre de la mayoría del país y además mostrará que en estas elecciones los dos grandes beneficiados serían los socialistas y los populares. Qué gran visión estratégica la de las fuerzas catalanas.
Sánchez tenía previsto realizar cinco visitas a Cataluña en los 15 días de campaña. Prácticamente se instalaba aquí. Es lógico, quería apuntarse la previsible victoria de Illa. Ahora ya solo serán cuatro y habrá que ver a partir del martes si su presencia aporta votos o resta.
Por último, Illa que se esfuerza en presentarse como un personaje serio, hace la campaña empezando por un brindis al sol, confiando en la falta de conocimientos de periodistas y ciudadanos. Por ejemplo, se ha comprometido a que en la financiación de Cataluña impere la ordinalidad, por lo que si ocupa el 5º puesto en aportaciones al erario común, también debe ocupar el 5º puesto en la recepción de recursos. Pues bien, esto traducido en cifras, que es lo que cuenta, significaría 3.400 millones de euros adicionales para Cataluña, y o bien la gente de Illa no ha hecho los números o bien sencillamente nos engañan, porque saben perfectamente que el gobierno español nunca lo asumirá.
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