Un tema que debe ser básico en las elecciones del 12 de mayo es el de la desmedida fiscalidad catalana, que no tiene otra justificación que la malversación de dinero que se hace desde la administración de la Generalitat, porque otras autonomías que tienen dificultades similares en cuanto a financiación, no las solucionan a base de asfixiar a sus ciudadanos con presión fiscal. Que, recordémoslo, en el caso catalán es doble porque al diferencial del tipo impositivo que impera en Cataluña se le une el efecto recaudatorio de la inflación tan elevada que hemos ido manteniendo, porque Aragonès, a diferencia de otras comunidades, no ha querido en ningún momento descontar la inflación del coste fiscal.
Cataluña es -suerte que gobierna la izquierda- la que más exprime a las rentas bajas. El tipo mínimo autonómico está situado en el 10,5% y solo le sigue Asturias con el 10%. Todas las demás comunidades están por debajo de los 2 dígitos y en el caso de Madrid solo es del 8,5%. El resultado es que el tipo mínimo total en Cataluña es del 20%, mientras que en Madrid es solo del 18%. En el tipo máximo nuestra presión es elevada, pero ya no ocupa el primer puesto porque comparte esta posición con Aragón y Asturias y se ve superada por la Comunidad Valenciana, La Rioja y Canarias. El tipo máximo catalán se sitúa en el 50% que es muchísimo. Madrid solo alcanza el 45% porque el máximo autonómico es solo del 20,5%.
Ese discurso que dice que Madrid privilegia a los ricos no es cierto. La proporción entre el tipo mínimo y el máximo en Madrid y en Cataluña es prácticamente la misma, 2,428 para Cataluña, 2,411 para Madrid. Este es el factor multiplicador del tipo máximo en relación con el mínimo y ya se puede constatar que la diferencia tiene escasa significación. Lo que ocurre es mucho más sencillo: los más ricos y los más pobres que declaran la renta pagan menos en Madrid que en Catalunya, con ingresos equivalentes.
Pero, además, la fiscalidad catalana castiga duramente a las rentas medias. Cuando existe una preocupación generalizada por la degradación que experimenta la clase media a consecuencia del doble efecto de una elevada presión fiscal y quedar fuera de todo tipo de transferencia por parte del Estado por su nivel de renta, cuando una parte de esta población descarga a la sanidad y la escuela pública de costes y congestión, pagándose la sanidad privada y la escuela concertada, parecería lógico darles un mejor trato fiscal, más en época de inflación.
Pues en Cataluña, teórico paradigma de la clase media, que ya reclamaba Macià con su eslogan “la casita y el huerto”, que no era otra cosa que la expresión menestral de querer mejorar sus condiciones de vida, aquí la maltratamos. Una persona que cobre de 30.000 a 45.000 euros en Catalunya registrará la mayor de las presiones fiscales de toda España. Ocupamos el primer puesto en ese ranking, mientras que Madrid, una vez más es, después de las comunidades de régimen foral, donde menos se paga.
Bien mirado, resulta que quienes mejor trato reciben en Catalunya con relación al IRPF son los que más ingresan. Paradojas de la izquierda catalana.
Bien mirado, resulta que quienes mejor trato reciben en Catalunya con relación al IRPF son los que más ingresan. Paradojas de la izquierda catalana Share on X