En Cataluña mueren más personas de las que nacen y pese a todo crecemos muy rápidamente. Nunca como hoy la inmigración había tenido tanto peso, pero este hecho, o mueve a indiferencia, o es celebrado con alegría, porque el catecismo de la progresía así lo señala.
Repasamos algunos datos de actualidad:
El 24% del alumnado de Cataluña son inmigrantes. Ocupamos el primer puesto en España. Madrid o Baleares, que son otros focos de atracción, se sitúan en el 20% con una diferencia: la nuestra es más heterogénea y de menor nivel de renta.
Catalunya ha ganado 140.000 habitantes en un año, que es mucho, aunque han muerto más catalanes que los que han nacido, algo que ocurre desde hace más de un quinquenio. El resultado está a la vista. El 40% de los catalanes de 25 a 40 años ha nacido en el extranjero. En este grupo de edad ya existen casi tantos nativos como foráneos.
Asimismo, Cataluña es con diferencia la comunidad que presenta una tasa de abortos más elevada, 14,87 por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 44 años. La media española es de 11,68. Mientras, la tasa de natalidad ya ha caído por debajo de 1,2 niños por mujer y en Barcelona apenas supera el 1.
El empleo creado en Cataluña entre 2017 y 2022 ha sido ocupado por personas nacidas fuera de España, concretamente el 98%. Esta combinación de crecimiento acelerado significa que nos encaminamos hacia los 10 millones de habitantes en 2050, aunque no disponemos de recursos de agua y energía para dar respuesta a este incremento de un 20%.
El economista Miquel Puig ha dedicado un libro a tratar estos difíciles problemas en nuestro país. Este alud inmigratorio causará problemas de mala integración en un futuro si no se alteran las políticas y se disminuye el ritmo de la llegada de inmigrantes. Ya ahora resulta evidente que no hay suficiente agua para abastecer a la población actual del litoral. Asimismo, esta inmigración fomenta un turismo de sol y playa, que es evidente que presenta una rentabilidad pública y privada muy baja. La llegada masiva de inmigrantes hace crecer el PIB, pero reduce lo que importa, la renta per cápita. La tarta que hacen crecer con su trabajo da lugar a porciones reducidas porque crece el número de comensales.
El catalán, y con él nuestra cultura, se ve gravemente afectado. En 2003, el 46% tenía como lengua habitual el catalán. El 2018 es sólo el 36%. Una caída extraordinaria, la mayor de todas las tierras de habla catalana. Porque en las islas Baleares han pasado del 42% al 37%, y la Comunidad Valenciana del 37% al 32%. Mientras en Andorra se mantiene en el 44% más un 15% que tiene ambas lenguas como usuales.
Suecia es noticia por el problema que representa la delincuencia que tiene un componente importante en los jóvenes inmigrantes mal integrados. Pero atención, son un 20% los nacidos en el extranjero, una cifra muy por debajo de la que se da en Barcelona ciudad y similar al Área Metropolitana de Barcelona donde radica el peso económico y demográfico de Catalunya.
Si todos estos elementos no despiertan la necesidad de un pacto catalán sobre la inmigración que, a la vez que integra los términos positivos a los recién llegados, reduce su número futuro sustancialmente y fomenta de una vez por todas las políticas familiares y ayuda a la natalidad, Cataluña difícilmente superará las consecuencias de esta última ola inmigratoria.