Ya sabéis, Penélope, la mujer de Ulises, tejía cada día una tela que por la noche deshacía y de esta manera mantenía a raya a los pretendientes que, aprovechando la pretendida muerte de Ulises, querían casarse con ella. Su compromiso es que lo haría cuando la tela estuviera terminada. El suplicio de Tántalo es otro legado de la Grecia clásica. Este rey, uno de los hijos de Zeus, fue condenado a un suplicio eterno que consistía en estar cerca del agua y no poder beberla y cerca de la fruta de un árbol y no poder comerla. Ambos mitos explican perfectamente las relaciones del independentismo con Penélope Sánchez o con Zeus Sánchez, según prefiera, donde Aragonès, Junqueras y Puigdemont van de pretendientes a la espera de un infortunado Tántalo.
Viene todo esto a cuenta de la última reunión del presidente de la Generalitat con el del gobierno español. Ha habido grandes palabras, magníficas intenciones, pero la concreción como siempre es magra: una mesa de diálogo que sirve para reivindicar la mesa de diálogo y poco más, el anuncio de una ley de plurilingüismo que afectaría a la administración de justicia y al ámbito audiovisual, y que parece de difícil cumplimiento en cuanto a la justicia, cuando aquella administración por falta de medios es incapaz de resolver los asuntos del día a día con una sola lengua, el traspaso del ingreso mínimo vital ( 2,8 millones de euros), en este objetivo no debería haber problemas, la promesa de una fábrica de chips en Cataluña con una inversión de 300 millones de euros, cuestión que al margen de su realización parece una cifra ridícula por los umbrales de entrada que existen en la fabricación de chips, y el famoso traspaso de Cercanías que Sánchez en entrevista en la radio ya ha dejado entender que “hará lo posible para que sea en esta legislatura”, que traducido significa que pasarán 4 años antes de que nada sea realmente efectivo.
De la autodeterminación ni hablar, cosa que no es ninguna sorpresa, y una vez más una pequeña promesa sobre el sistema financiero catalán, pero que no tiene ni concreción ni tiene reflejo en el marco del consejo de política fiscal y financiera del conjunto de las autonomías.
Todo es una inmensa nube que se va oscureciendo en la medida en que recordamos los precedentes inmediatos. Ciertamente, se ha conseguido la amnistía, pero planean muchas incertidumbres sobre su eficacia. Las famosas comisiones del lawfare quedan descabezadas a menos de la mitad. El catalán en Europa, pese a la presidencia española, permanece en el fondo del cajón, pese a que se han alcanzado acuerdos muy difíciles como el de inmigración y el de las reglas fiscales. Demasiado empuje español no habría.
Y, finalmente, en contra del mantra de Aragonès que dice “también nos dijeron no a la amnistía y al indulto y lo hemos conseguido”. Hay que recordarle que ahora Sánchez es presidente y eso cambia de pura cepa las cosas, salvo que el independentismo esté dispuesto a un golpe de fuerza y provoque una derrota clamorosa de Sánchez en el Congreso con la última advertencia, que deje de hacer de Penélope.