Realmente Puigdemont ha logrado lo que se proponía. El resultado es histórico y supera notablemente el acuerdo presentado por Junqueras y Bolaños. Una vez más, los republicanos se han visto superados por la capacidad táctica y estratégica de la dirección de JxCat.
No hace falta ser favorable a lo que representa Puigdemont para constatar con objetividad la importancia de todo lo que ha alcanzado. De hecho, se sitúa en uno de los cuatro grandes hitos, el segundo, de éxitos alcanzados desde Catalunya. Las dos primeras son de una magnitud distinta, mucho más importante, decisivas. Se trata del regreso de Tarradellas y la consecución del Estatuto de Autonomía. Las otras dos, fruto de procesos negociadores, ensanchan notablemente el campo de juego político alcanzado desde Catalunya. Y aquí también existe una jerarquía. Primero, es ese acuerdo de Bruselas y, segundo, el pacto del Majestic de CiU con el PP.
Si una negociación es una cesión mutua, Puigdemont ha cedido poco y Sánchez lo ha hecho en casi todo. Él sabrá cómo explicarlo, pero desde la posición de un observador parece increíble el conjunto de cuestiones que ha asumido, a no ser que confíe en su habitual cambio de opinión y todo vaya quedando desvanecido y diluido. Pero, por ahora, lo que dicen las cuatro páginas del acuerdo PSOE-JxCat señala estas cesiones extraordinarias.
Y ¿en qué ha cedido Puigdemont? Pues en nada que tenga significación. Anunció que quería la ley de amnistía antes de la votación de investidura, no será así, entre otras cosas porque por cuestión de tiempo era prácticamente imposible. Pero, a partir de ahí poco terreno le ha cedido al otro, porque ni siquiera ha renunciado a la unilateralidad, a pesar de la referencia al artículo 92 de la Constitución, ya que, recordémoslo, el texto firmado subraya que Junts sigue asumiendo y “considera legítimo el resultado y el mandato del referéndum de 1-O así como la declaración de independencia del 27 de octubre de 2017″ , sin mencionar para nada el hecho de que el propio Parlament la declarara suspendida.
Por su parte, el texto en su último párrafo lo condiciona todo a los avances que se produzcan en los acuerdos pactados a lo largo de la legislatura. En realidad, quien sigue teniendo la sartén por el mango con el texto de los acuerdos en la mano es Puigdemont, porque cuando lo considere puede retirarle apoyo por incumplimiento de los pactos y derribar al gobierno Sánchez.
El esquema en este sentido está muy claro. Se invierte en Sánchez y le mantiene acogido y amorrado a una serie de acuerdos concretos. Al mismo tiempo, Puigdemont se mantiene fuera de España hasta que no se resuelva claramente la cuestión de la amnistía y esto llevará tiempo. Su posición en el exterior aún le dobla más la muñeca al gobierno español porque establece la obligación de negociar fuera de España, y eso más la aceptación de un mecanismo internacional de verificación ofrece al ámbito internacional la imagen de una negociación entre dos fuerzas que representan estados diferentes. Algo absolutamente histórico.
Cuando lo considere, Puigdemont volverá para intentar ser presidente de la Generalitat y a lo largo de todo este recorrido tendrá el dedo sobre el botón rojo de desmontar la mayoría de Sánchez, confiriéndole no sólo una capacidad de presión constante, sino el dominio del agenda política.
La dimensión táctica de todo ello, se esté a favor o esté en contra de la finalidad, es sencillamente brillante y sorprende que un partido con la experiencia del PSOE lo asuma porque su gran riesgo es que, más tarde o más temprano, la frágil y exigente construcción se desmenuce, Sánchez se encuentre sin gobierno y él y el partido socialista tengan que rendir cuentas de cuestiones que les resultarán muy difíciles de explicar al resto de España.
El acuerdo, por su dimensión, merece ser cuidadosamente analizado, empezando por el capítulo dedicado a los antecedentes. Es lo que iremos haciendo en los próximos días.
Todo el planteamiento de Puigdemont, el relato construido en el acuerdo y su fortaleza política tiene, sin embargo, potencialmente un punto flaco. Debe seguir existiendo una mayoría independentista en el Parlament de Catalunya porque ésta es la lógica última que preside todo el documento. Una mayoría distinta que revocara los acuerdos parlamentarios del 1 y 27 de octubre del 2017 sobre el referéndum y la declaración de independencia dejaría sin argumentos de fondo la lógica del propio Puigdemont y seguramente éste puede ser uno de los principales focos políticos del nuevo período que comienza. Es también por ello, que Puigdemont no tenga una prisa extraordinaria en volver ni en forzar unas elecciones anticipadas, salvo que viera muy claro que esa mayoría puede producirse.
Si una negociación es una cesión mutua, Puigdemont ha cedido poco y Sánchez lo ha hecho en casi todo. Él sabrá cómo explicarlo, pero desde la posición de un observador parece increíble el conjunto de cuestiones que ha asumido Share on X