Éste fue el titular que escogió Puigdemont para situar la relevancia de su planteamiento. El compromiso histórico fue una línea política teorizada y aplicada por el secretario general del partido comunista italiano en los años 70, Enrico Berlinguer, para acordar la colaboración con la democracia cristiana italiana, que era el gran partido de gobierno de Italia desde la liquidación del fascismo. Tuvo efecto a lo largo de una década. Por tanto, Puigdemont se apunta a un hecho de relevancia singular, no sólo en la vida política italiana, sino en la europea y la global porque eran tiempos de guerra fría y ni la URSS ni EEUU veían con buenos ojos aquella colaboración.
La Sexta, la televisión privada progubernamental, preguntaba en el programa de Ferreras a sus tertulianos si consideraban que estaba más cerca o más lejos de la investidura de Sánchez. La respuesta, prácticamente unánime con matices, era que sí. La realidad, si se tiene en cuenta lo que ha dicho Puigdemont en un bien construido discurso de 25 minutos de duración, es que la investidura es muy difícil por lo que hay que resolver y por las consecuencias.
Recordó que todo lo que planteaba lo hacía sin afán de venganza y aprovechó para censurar al PP y al PSOE que se hubieran puesto de acuerdo para cerrar el pase a la alcaldía de Barcelona al ganador de JxCat. También señaló, poniendo de relieve las debilidades de la política española, la falta de acuerdo de los dos grandes partidos que impide la renovación y funcionamiento del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Insistió en este punto simulando que si ahora acudían a él era porque los dos grandes partidos españoles eran incapaces de acordar nada.
Señaló la gran distancia que separa la posición de JxCat, la suya, del gobierno en funciones, remarcando que lo que no se ha hecho en 6 años difícilmente puede hacerse en una semana. Y para ello apeló al compromiso histórico, a un hecho nuevo que nunca se ha producido desde la derrota de 1714. De este modo venía a invalidar los estatutos de autonomía alcanzados con la Constitución de 1978. Constatando que no existían las condiciones para negociar, afirmó que éstas debían crearse. Por tanto, la negociación para la investidura no ha comenzado y en todo caso lo que hay es la negociación por el establecimiento de las condiciones que hagan posible la negociación.
Pasó cuentas de los agravios, empezando por la sentencia del Tribunal Constitucional y la tramitación en el Congreso de los diputados del Estatuto de Autonomía de 2010, por las negativas a una consulta, por el pacto fiscal, el referéndum, la insuficiencia de las inversiones, el incumplimiento de las inversiones presupuestadas, el decreto que facilitó el cambio de sede de empresas radicadas en Cataluña, la aplicación del artículo 155, en una larga enumeración de agravios a reparar.
Insistió en que Cataluña es una vieja nación de Europa que, por tanto, es sujeto de derechos. Que no existe camino alternativo a la independencia visto cómo ha ido la historia. También la más reciente. Y que en todo caso, si está ahí, le corresponde al gobierno español demostrarlo con hechos. Un gobierno que no ha reaccionado ante las manifestaciones que han acogido a millones de personas, a los más de 2 millones de votantes del referéndum.
Dejó claro que están tan preparados para negociar como para ir a unas nuevas elecciones. Sin embargo, que esta negociación tiene unas exigencias previas:
- Una ley de amnistía de Les Corts.
- Reconocer con todas sus consecuencias, que son diversas, la legitimidad democrática del independentismo.
- Abandonar la vía judicial para todo lo referente a actuaciones sobre la independencia.
- La creación de un mecanismo de verificación, no entró a detallar, necesario porque no existe confianza en la palabra del gobierno.
- El 19 de septiembre se debe aprobar por parte de la UE el catalán como lengua oficial.
- Los únicos límites de la negociación son los definidos en los tratados internacionales de derechos humanos, por tanto, la Constitución no es un límite.
Tras cumplir estas condiciones previas, añadió, puede iniciarse la negociación de la que ahora no detallaba los contenidos, pero dejaba entender que su finalidad era alcanzar un referéndum pactado, con el entendimiento de que en ningún caso renunciaba a una acción unilateral.
Ajustó el clavo de su posición afirmando que “no hemos aguantado todos estos años de exilio y represión para salvar una legislatura, sino para conseguir lo que nos propusimos”.
También hizo una alusión a los ciudadanos de Catalunya que miran con desconfianza todo este proceso, aunque no queda claro si se refiere a los independentistas frustrados o a los que rechazan la independencia. Y dijo que habría que tenerlos en cuenta si se produce finalmente la negociación.