Es evidente que lo que puede hacer una administración pública guarda relación con los recursos de los que dispone y la eficiencia con la que los utiliza. En el caso de la gestión de Colau en Barcelona, esta valoración presenta un balance escandalosamente negativo.
Lleva 8 años gobernando y, por tanto, ha dispuesto a lo largo de este tiempo de una cifra tan astronómica, tan difícil de conseguir por cualquiera de nosotros, como son 24.000 millones de euros. Equivale a construir 24 nuevos estadios del FCB y todavía nos sobrarían más de 3.000 millones de euros para obras menores. Si miramos en nuestro entorno, ¿vemos una transformación de esta magnitud? Imagínese la ciudad de Barcelona y dentro de ella 24 nuevos estadios de las dimensiones del FCB. Esto son menos de 24.000 millones de euros.
Directamente de nuestro bolsillo le hemos pagado casi 12.000 millones de euros con impuestos y tasas municipales. ¿Lo que cada uno de nosotros ha recibido a cambio de esa exorbitante cantidad de dinero lo compensa?
¿Qué ha hecho Ada Colau con nuestro dinero? Ésta es una pregunta que debe contestarse y que cada ciudadano debe hacerse porque el derroche de recursos ha sido excepcional, como nunca. Cada alcalde que ha pasado por la ciudad ha dejado importantes obras nuevas hechas, mejoras tangibles. ¿Qué nos deja Colau, más allá de las manchas amarillas y las grandes macetas y bolas de hormigón? Y 8 años son muchos años. Después de tanto tiempo, ya no tiene nada que demostrar. Ya ha enseñado todo lo que podía. Y la conclusión es evidente: necesitamos con urgencia un cambio y renovación total del Ayuntamiento.
Todo ese dinero ha convertido a Barcelona en una ciudad extraordinariamente cara para quien vive, pero sobre todo más cara aún para las personas de menores ingresos. Un reciente estudio del Instituto de Estudios Económicos (IEE) a partir de una información previa llevada a cabo por la consultora PwC, nos señala que de 8 capitales europeas examinadas, Barcelona es la segunda en la que las rentas inferiores pagan más en relación con los impuestos sobre los salarios.
En concreto, para una persona sin hijos que vive sola y obtiene un salario bruto de 24.000 euros paga 3.473 y sólo se ve superada por Lisboa con 4.398 euros. Todas las demás, Madrid (3.204) euros, Londres, Roma, Ámsterdam, Berlín y París, pagan menos. Puede decirse que ésta es la presión fiscal en la que el Ayuntamiento no interviene porque la diferencia depende de la Generalitat y del Estado, pero sí es cierto que se beneficia a través de las aportaciones indirectas que recibe. Y que además un Ayuntamiento responsable debería tener en cuenta ese otro elemento que degrada los ingresos de la gente de menor renta para compensarlo con exenciones de la fiscalidad local.
Barcelona, por lo general, presenta además una peor competitividad fiscal que París, Berlín o Londres. En definitiva, pagamos mucho y recibimos muy poco. Y esto debe cambiar.