Martin Wolf, el principal economista del Financial Times, apunta en un artículo reciente, que la caída del Silicon Valley Bank (lo llamaremos SVB) californiano ha vuelto a demostrar que hay una profunda crisis en el modelo bancario actual, y más en general, en las relaciones que mantienen el triángulo formado por los bancos, el estado y la economía productiva.
Su postulado puede sintetizarse en un solo párrafo que por su interés, reproducimos íntegramente a continuación.
Wolf expone, lacónico, como “los bancos quiebran. Cuando esto sucede, aquellos que afrontan pérdidas suplican al estado que les rescate. Si los costes en juego son suficientemente grandes, se saldrán con la suya”.
El veterano periodista prosigue: “así es cómo, crisis tras crisis, hemos generado un sector bancario que es en teoría privado, pero que en la práctica está bajo tutela del estado. A su vez, éste último intenta doblegar la voluntad de los accionistas y de la dirección [del banco] para aprovecharse de las redes de seguridad de las que disfrutan”.
Y concluye: “el resultado es un sistema indispensable para el funcionamiento de la economía de mercado pero que no opera siguiendo sus reglas. Es un caos”.
Efectivamente, los bancos desempeñan una función única y crítica para la economía, desde los estados y multinacionales hasta las familias, ya que son los guardianes del dinero.
No obstante su importancia capital, «los bancos no están diseñados para ser seguros«. Si bien el pasivo de sus depósitos debe encontrarse en teoría perfectamente asegurado y disponible en líquido, sus activos están sujetos a las inclemencias de la coyuntura, en donde aparecen riesgos sobre los créditos, la liquidez, los tipos de interés y los vencimientos.
Históricamente, a medida en que los bancos se convertían en central para la economía, el estado empezó a aportar las garantías que sus depositantes esperaban de las instituciones bancarias. En el siglo XIX, expone Wolf, los bancos centrales se convirtieron en prestamistas de último recurso. En el siglo XX, el estado también pasó a garantizar los pequeños depósitos.
Por último, durante la crisis financiera de 2008, las instituciones públicas pasaron a garantizar íntegramente los activos y pasivos de los bancos en quiebra. Fue así cómo, según el periodista británico, los bancos se convirtieron a efectos prácticos en parte del estado.
En teoría, esto tenía una contrapartida: las reglas de liquidez de los depósitos se hicieron más estrictas, los requisitos para acceder al capital se incrementaron, y se introdujeron “test de estrés” para comprobar la buena salud de sus finanzas.
Sin embargo, desde la crisis del 2008 la presión de todos los actores económicos, desde los financieros hasta las familias, pasando por empresas, y evidentemente los estados -todos ellos fuertemente endeudados- ha hecho volar por los aires las buenas intenciones para evitar que el desastre financiero de hace 15 años se repitiera.
En la práctica, aquellas regulaciones no han servido de gran cosa. Las economías occidentales necesitaban desesperadamente más dinero fresco para esconder sus problemas estructurales, y eso es lo que los poderes públicos han facilitado mientras predicaban con el ejemplo llevando la deuda a recuerdos históricos .
En el caso concreto del SVB, esta búsqueda del beneficio fácil se ha concretado en una dependencia en depósitos sin seguro y una curiosa apuesta masiva en bonos a largo plazo supuestamente seguros en un contexto de fuerte incertidumbre. El incremento de los tipos de interés acabó por dejar en evidencia la mala gestión del banco, provocando el pánico entre sus clientes que finalmente desató la caída de la institución.
Pero el estado ha corrido ya al rescate de los clientes que tenían depósitos no asegurados del SVB. Y para evitar que el pánico bancario se contagie (lo que de momento no se ha logrado), el presidente estadounidense Joe Biden ha proclamado que «haremos lo que haga falta».
Sin embargo, los temores del sector bancario son esta vez muy profundos. Basta con ver el nerviosismo con que la industria bancaria occidental tanto en Europa como en Estados Unidos se posiciona para evitar las quiebras respectivas del Credit Suisse y del First Republic Bank .
La incertidumbre generada en torno a la salud de los bancos podría incluso retrasar nuevos incrementos de los tipos de interés a ambos lados del Atlántico para evitar mayores riesgos financieros.
Si bien por otro lado, si los tipos no aumentan la inflación corre el riesgo de seguir aumentando desbocada, infringiendo dolor a empresas y familias y acercándonos a la posibilidad de una caída final en diferido pero aún más dolorosa para el PIB.
En definitiva, inspirándose en la conclusión del propio Wolf, la combinación de activos de alto riesgo con pasivos (los depósitos) supuestamente seguros en el seno de bancos infracapitalizados y orientados a maximizar beneficios por un lado, con reguladores públicos incompetentes y con intereses cortoplacistas para seguir endeudándose de la otra, es un desastre anunciado.