El titular puede escaldar porque une la idea de buena práctica democrática con el nombre de un partido, Vox, que es generalmente acusado de presentar déficits en esta materia. Pero los hechos son los hechos y Converses a Catalunya lo que sobre todo hace es considerarlos.
La moción de censura ha sido fuertemente criticada por tirios y troyanos diciendo que es una ayuda al PSOE o que no tiene ninguna posibilidad de ganar, y en estas críticas coinciden PP y gobierno, algo raro, y tutti quanti. Bien, hay que decir con rotundidad que es la partitocracia en acción.
Una moción de censura aquí y en todas partes es un ejercicio democrático, mucho más limitado en España que en la UE, porque se trata de enfrentar al gobierno con la realidad y hacerle pasar un examen público, y eso siempre es sano para la democracia. Más aún cuando en nuestro país existen fuertes limitaciones en este campo.
Además, Vox, seguramente porque no tenía mejor solución, presenta como mascarón de proa del voto de censura a una persona, Ramón Tamames, que nada tiene que ver con el partido y que tiene un reconocido prestigio profesional e intelectual.
Si quisiéramos hacer literatura, diríamos que presenta a alguien que es una determinada expresión de la sociedad civil, más allá de las fronteras partidistas y con pleno conocimiento de que lo que planteará no es ni mucho menos el programa de Vox. Y ésta es también una línea sana que sería bueno que tuviera imitadores en otras fuerzas políticas porque reduciría el ahogo canceroso que representa a la partitocracia para la sociedad española.
El ejercicio también es sano porque la moción de censura en España es de uso muy limitado y ésta es una diferencia con el contexto europeo, dado que por imperativo legal se exige que se presente un candidato alternativo al gobierno y que, si gana, éste pase a ser el nuevo presidente, como hizo Sánchez en relación a Rajoy. Naturalmente, esto limita mucho el ejercicio de ese instrumento democrático.
En Europa la práctica es que la moción de censura es simplemente eso, censurar al gobierno y si éste cae, o bien con la misma correlación de fuerzas conseguir nombrar uno nuevo o convocar elecciones. Y esos movimientos siempre aportan aire fresco.
En España no se optó por ese camino porque durante la transición un principio era dar solidez a los débiles partidos políticos que se iban constituyendo y estabilidad a unos gobiernos para evitar los errores históricos que se habían cometido en el pasado. En esta misma línea del voto de censura positivo, debe situarse la exigencia de un sistema electoral proporcional para evitar el pésimo precedente de la II República, de un sistema electoral de mayorías y minorías que facilitó configurar dos bloques irreductibles y la desaparición del centro, o el actualmente aberrante sistema de listas electorales cerradas y bloqueadas que acabaron secuestrando el poder del voto del ciudadano, que quedó entregado a aparatos de los partidos.
Por tanto, todo lo que signifique superar estas limitaciones hasta que no se consigan introducir los cambios legales necesarios, es bueno. Y la posibilidad de que haya unas sesiones en los congresos dirigidas a ajustar cuentas en un país y un gobierno en el que esta práctica es perfectamente desconocida, no hace otra cosa que servir a los intereses ciudadanos. Por tanto, bienvenido sea el hecho, sea cual sea su origen político.