El FCB, como toda la política catalana, necesita imperiosamente un «reset» y volver a empezar, o el decaimiento se transformará en una decadencia de dimensión histórica.
En el partido contra el Bayer prácticamente ningún jugador del Barça dio el nivel necesario. En algunos casos se produjo la catástrofe, como con Bellerín, y la única excepción al mal juego fue la de Balde. Pero no es solo un problema de jugadores, que también, después de haber gastado lo que no se tenía, es, también, de cimientos físicos (el club de Múnich lo puso en evidencia) y de sistema de juego; prácticamente el Barça no chutó ni una sola vez entre los tres palos, y la finalidad del fútbol es marcar goles.
El problema de fondo es que el actual Barça pretende jugar como cuando era de los mejores y al estar lejos de serlo, es un segunda fila a escala europea, es decir, no es un equipo «champions». Ese tipo de juego ya no le sirve con contendientes de cierto nivel. Pero es que además, como demuestran otros equipos, el Madrid, el propio Bayer, el Milan, las cosas han cambiado mucho y se impone un fútbol que combina la capacidad técnica y el rigor físico con un juego más directo para ganar la portería contraria y una gran capacidad para jugar al contragolpe. En definitiva, el Barça debe replanteárselo todo y hacerlo inmediatamente.
Y eso mismo ocurre en Catalunya. Vivimos en el fraccionamiento de las opciones políticas y como una excepcionalidad europea, porque no disponemos de ninguna opción de centroderecha con cierta presencia parlamentaria. Se ha pasado de la triunfante CiU a la nada. En realidad quien manda en Catalunya son las mismas fuerzas que gobiernan en Madrid, los socialistas y UP-Colau, con una ERC con 33 de cada 168 diputados, y el número complementario.
Por si fuera poco la mayoría de los partidos de débil representación, Vox, PP, Cs, tienen el mismo interés por defender los intereses y necesidades específicas de Catalunya que Diálogos por la cría del caracol, con toda la consideración del mundo para los caracoles.
Además, el independentismo, tal y como estaba formulado, parece terminado. No solo lo dicen todos los indicadores de opinión, sino la realidad de los partidos. ERC se comporta como un partido republicano español con ocasionales discursos tipo Bolívar que ya nadie cree. Entusiasmado con el callejón sin salida de la mesa de diálogo y al modificar las figuras penales que han condenado a los líderes, dejan pasar todas las oportunidades de negociar cuestiones importantes para Catalunya.
Por su parte, JxCat sigue mostrando que lo es todo menos un partido consolidado y las pugnas internas resultan terribles e inacabables, mientras que el secretario general, Jordi Turull, pone de relieve que en estos momentos no tiene capacidad para liderar la cohesión que el partido necesita. Los resultados municipales pueden terminar de cavar su tumba. Y si al final Trias no se presenta en Barcelona, el futuro de este partido se vislumbra muy complicado. Quizás empezará a ser la hora de nuevas opciones independentistas que plantean alternativas diferentes, como el caso del Front Nacional de Catalunya, pero son opciones aún tan pequeñas que es difícil decir nada sobre su futuro.
Por otra parte, más moderada, la del PDeCAT y la de Centrem, la situación y perspectiva no son halagadoras, y es dudoso que soporten la prueba de fuego de las elecciones locales.
Y en todo ese contexto se produce un nuevo trauma. El País Vasco comienza a tener selecciones deportivas reconocidas para participar en la competición internacional, mientras que Catalunya, que fue la avanzada en este terreno, que mantuvo hasta el final de la Guerra Civil su presencia en la federación internacional de rugby y que dispuso de un Comité Olímpico de Catalunya que llegó a presentar la candidatura al Comité Internacional Olímpico, sencillamente se limita a verlas pasar.