Mientras la Generalitat sigue guiada por Aragonès, sigue exhibiendo su vistosa estrategia de «ni cinco de caja» con las relaciones con el gobierno Sánchez, el PNV sigue haciendo más caja, sí, y más, también. Ahora están negociando, en términos positivos en cuanto al resultado final, que los nuevos tributos que el estado impone sobre bancos y empresas del sector de la energía las cobre el gobierno vasco y formen parte del dinero que ingresan y entren en la lógica tan favorable para ellos del cupo. Por tanto, ya podemos dar por sentado que BBVA e Iberdrola pagarán el impuesto estatal en Euskadi. También lo harán entidades más locales como Kutxa Bank y Petronor.
Es muy relevante que un nuevo impuesto estatal pase por el aro del concierto y quede en manos del País Vasco.
Junto a esto, el gobierno de la Generalitat ni siquiera logra que le traspasen las modestas competencias en becas que, además, cuenta con una sentencia favorable de hace años del Tribunal Constitucional.
Es un gran misterio cómo es posible que, disponiendo de 13 diputados en Madrid, los de ERC, el grupo más numeroso que apoya al gobierno desde el Parlamento, y ya no digamos si le añadimos los de JxCat y los del PDeCAT, ve a saber por qué demuestran una gran afinidad con el gobierno de Sánchez y Podemos. Todo ello configura un bloque de diputados extraordinariamente grande frente a una débil mayoría parlamentaria gubernamental. Pues bien, todo esto no sirve prácticamente para nada, como mucho se admiten algunas enmiendas de dudosa utilidad; habrá que ver cómo se aplica la nueva ley de sanidad, mientras que el PNV con 6 modestos diputados es el rey del mambo.
Los estiras y aflojas que se dedica a hacer JxCat, plasmando la inutilidad de la actual estrategia del gobierno, responden a la realidad, pero no conducen a ninguna parte, porque en cada momento crucial, y ahora acabamos de pasar uno, Junts se echa atrás, baja el tono y las cosas siguen como siempre.
Y continuar como siempre significa la pesadilla diaria, el terrible golpe económico y personal del funcionamiento de Cercanías y del embotellado permanente de la AP-7. Parece mentira que en estas condiciones haya tanta gente que en las encuestas declare que votará por ERC o JxCat, porque peor imposible.