El último asunto, y no pequeño, ha sido que la propuesta de reducir el IRPF de acuerdo con el incremento del coste de la vida, para que la inflación no castigue tanto al ciudadano y beneficie en gran medida a los ingresos del estado, que proponía el PP, fue derrotada por sólo 4 votos. Votaron a favor de ella el PNV y el PDeCAT, que habitualmente apoyan a Sánchez, pero, ¡caramba!, ERC se abstuvo.
¿Por qué lo hizo? Si las propuestas que se hacen en el Congreso se apoyan o son rechazadas, no tanto en función de su bondad intrínseca, sino de quien las presenta, vamos mal, porque lo que nos interesa son buenas propuestas y no el nombre de quien las pone sobre la mesa. En el caso de esta reducción del aumento de la presión fiscal provocada por la inflación llueve sobre mojado, porque Cataluña es con diferencia el lugar del estado donde la comunidad autónoma recauda más impuestos. Si a este hecho se le añade que es donde se recauda más con diferencia en los municipios, en cifras de 2018, que ahora son mucho más elevadas, tendremos la visión de una ciudadanía ahogada por los intereses tributarios de las administraciones, que condenan a los catalanes a trabajar 7 meses cada año para pagar al estado, a la autonomía y a los municipios.
En Catalunya en 2018 la comunidad autónoma ingresó casi tanto como el propio estado, 24.221,9 millones de euros por parte de este último, por 23.767,3 a cargo de la Generalitat. Para situar un punto de referencia, en Madrid sólo se ingresaron 21.680 millones por parte del gobierno de la Puerta del Sol, mientras que el estado ingresaba 25.499,5. Es decir, otros 4.000 millones. Y no digamos ya la diferencia en los ámbitos de los municipios a pesar de que la comunidad concentra el mayor número de éstos con rentas más elevadas. Sumaron 5.368,2 millones de euros. Claramente por debajo del nivel catalán, que ascendió a 6.068,5 millones.
Vivir en Catalunya es caro, pero lo es sobre todo por la presión fiscal que nosotros mismos ejercemos, y en la que, por cierto, Barcelona es su principal agente. La primera pregunta es evidente: ¿tienen una traducción significativa estos recursos? Porque la realidad pura y dura es que nuestra escuela está en una crisis terrible, la sanidad ha empeorado de forma acelerada y el fracaso ante la pandemia ha sido escandaloso. Por tanto, aquí hay un problema de mala gestión.
En este contexto aflojar la presión del estado sobre los catalanes, a la que ERC no apoyó, era básico. Es incompatible quejarse sobre la balanza fiscal y al mismo tiempo no querer que se reduzca la presión fiscal del estado, porque como todas las balanzas hay dos formas de nivelarla. Bien para que el estado gaste más en Catalunya, bien para que gastando lo mismo ingrese menos. Y eso es lo que parece que no quiere entender ERC, seguramente porque antes de ser una izquierda catalana es una izquierda republicana española.