Los observadores más o menos neutrales, incluso aquellos que mantienen cierta simpatía por el partido republicano, se hacen cruces de cómo, con un peso tan importante en el Congreso y un gobierno español tan necesitado de sus votos, ERC no obtiene resultados tangibles .
Por un lado, todo se queda en declaraciones simbólicas que todo el mundo sabe que no se van a lograr, amnistía, referéndum, y con objetivos instrumentales que en sí mismos no aportan nada. Es el caso de la famosa mesa de diálogo. Los esfuerzos hechos para reunirla, las idas y vueltas, son grandiosas y lo que era un instrumento se ha convertido en un fin en sí mismo. Sin embargo, al mismo tiempo las renuncias se van acumulando.
De vez en cuando un ministro aparece por Barcelona y otorga una pequeña migaja que es celebrada como una gran aportación por el PSC. Pero todas las cuestiones mínimamente importantes siguen con signo negativo. La última es la renuncia del Instituto Catalán de Finanzas (ICF) a obtener la ficha para convertirse en banca pública, sencillamente porque el Banco de España no quiere. Ésta es una vieja aspiración que, junto a otras muchas, poco tiene que ver con la independencia, pero que tampoco ha sido alcanzada. ERC no ha puesto sobre la mesa el sistema de financiación como una cuestión a negociar y, por tanto, ya podemos pensar que en esta legislatura no se producirá y continuaremos con el que es uno de los problemas centrales de la política y la economía pública de Cataluña.
Pero, ¿por qué se produce esa incapacidad e impotencia de ERC? Ella misma no está de reconocer que el déficit de inversiones del estado desde el 2009 es de 12.000 millones, cifra que el ministerio del ramo rechaza. Bien, pero en todo caso lo inexplicable es por qué no hay una cifra de acuerdo y compromiso por parte de ambos lados.
Si ERC argumenta que necesariamente debe apoyar al PSOE porque si no va a gobernar el PP, también hay que argumentar por qué no se espabila más ahora cuando todo apunta a que los días de Sánchez en la Moncloa están contados . A fuerza de hablar del diálogo, sobre el diálogo, el resultado es que Cataluña continúa a la cola en lo que se refiere a los acuerdos con el gobierno del estado para obtener contrapartidas.
Todo esto se produce porque existe una razón fundamental que hace que ERC durante años no pueda ejercer un gobierno eficaz en Catalunya, por qué no es un interlocutor fuerte en Madrid pese a disponer de 13 diputados. ¿Cuál es la causa de esa aparente contradicción? Pues una muy concreta, la cantidad de personas que están pendientes de juicio por los hechos del 1-O . Ésta es la principal, por no decir única, prioridad de ERC, conseguir que no acaben una parte de ellos en prisión y otros con sanciones muy importantes.
Ahora tiene la patata caliente de dos de sus líderes Josep Maria Jové y Lluís Salvadó, que pronto serán juzgados por el TSJC acusados de desobediencia, prevaricación y malversación y, por tanto, con riesgo de importantes penas de prisión. Además hay otros 34 altos cargos pendientes en el juzgado de instrucción 13 de Barcelona. Y además está todo el asunto de los que están fuera, Comín, Puig, Ponsetí y no digamos ya el propio Puigdemont. El problema de todo ello es que todos estos procedimientos están iniciados, y desjudicializarlos, como es el objetivo de ERC, es difícil, por no decir improbable.
Sólo con modificaciones de las figuras del Código Penal, que es una ley orgánica, y, por tanto, necesita una mayoría calificada que el PSOE no tiene, se podría resolver esta cuestión. Pero claro, como continuamente unos y otros han jugado a la polarización, este tipo de medidas que permitirían un nuevo enfoque son de difícil logro. Toda esta tela de araña tiene atrapada a ERC y concentra sus esfuerzos, entre otras razones, porque es consciente de que su estrategia es incompatible con que se produzca un alud de juicios y condenas por unos hechos que ya empiezan a formar parte de la historia.