El anuncio de Alemania de que comprará 35 aviones de combate estadounidenses F-35 ha sido una auténtica ducha de agua fría para Bruselas y sobre todo para París.
El rechazo de Francia ha sido aún mayor debido a que este anuncio ha sido la primera medida concreta dentro del nuevo programa de rearme alemán, que incluye un fondo de 100.000 millones de euros.
La decisión del gobierno de coalición alemán se entiende solo por su dependencia estratégica de Estados Unidos. De hecho, Alemania parecería obligada a comprar aviones norteamericanos para seguir disponiendo de una capacidad nuclear (Alemania no tiene bombas atómicas, pero sí aviones capaces de llevarlas. Las armas son suministradas por Estados Unidos dentro del programa de reparto nuclear de la OTAN).
El problema es que esta compra demuestra una vez más que la autonomía estratégica de la UE, tan de moda en la actual Comisión pomposamente autobautizada “Comisión geopolítica”, es papel mojado.
Y es que cada vez que se presenta una situación concreta para avanzar hacia una UE verdaderamente independiente en materia de defensa y política exterior, y por tanto, capaz de defender sus intereses, aparecen países (entre ellos casi siempre Alemania) que se desentienden de ello.
El caso de los F-35 estadounidenses podría suponer la puntilla de lo que debía ser el programa europeo de defensa emblemático, el Sistema de Combate Aéreo del Futuro o FCAS (del inglés Future Combat Air System).
Anunciado con gran solemnidad en 2017 por Alemania y Francia (España se añadió en 2019), el FCAS debía diseñar un avión de combate polivalente y exclusivamente europeo, capaz de equipar a las fuerzas aéreas de todos los países de la UE a partir de 2040.
El programa empezó con mal pie, puesto que los ingenieros de Dassault vieron con gran suspicacia las demandas alemanas de compartir con ellos secretos tecnológicos franceses relativos por ejemplo al sistema de control del aparato.
Los franceses acusaron al FCAS de poner a disposición de los alemanes de forma gratuita el savoir-faire aeronáutico de Dassault, acumulado costosamente durante décadas.
Desde el primer momento apareció pues una tensión entre los dirigentes políticos franceses, deseosos de avanzar el programa con Alemania, y los actores industriales franceses, reacios a hacerlo bajo las condiciones negociadas por los presidentes François Hollande y más tarde Emmanuel Macron.
El programa ha ido acumulando retrasos desde entonces, pero ahora la decisión de Berlín ha provocado, según el CEO de Dassault Aviation, Eric Trappier, que el desarrollo del FCAS que debía realizar su empresa se haya detenido. Dassault habría de hecho reasignado los equipos de ingeniería previstos por el FCAS a otros proyectos.
Dassault puede permitirse el lujo de bloquear el programa ya que su caza-bombardero actual, el Rafale, se ha convertido en un super éxito de ventas en todo el mundo, hasta el punto de situar a Francia como el tercer principal exportador de armas mundial.
Con todo, el FCAS corre el riesgo de acabar en la basura de los despachos de diseño.
Otros programas europeos de defensa pondrán a prueba la voluntad de integración ante la falta de confianza de los actores industriales y la defensa enconada que cada país hace de sus campeones nacionales.
Por ejemplo, el proyecto Eurodrone para construir un dron de gran envergadura cuyo primer prototipo debería volar en 2027 también se encuentra sometido a presiones similares sobre cómo debe ser el producto y quién debe hacer qué. Una vez más encontramos las disputas entre Francia y Alemania en el orden del día.
Francia, tradicionalmente la principal potencia militar de la Unión Europea, teme perder su primacía también en este ámbito, después de que económica y políticamente Alemania le haya pasado a la cabeza desde hace al menos 30 años.
Además, París teme que un papel más central de Alemania en materia de defensa conduzca a una mayor dependencia de Estados Unidos. El caso de los F-35 sería la ilustración.
Francia intenta evitar por todos los medios otra humillación por parte de Washington como la que sufrió el pasado año cuando perdió el contrato de los submarinos australianos por presiones estadounidenses.
Los costes del equipamiento militar moderno hacen prohibitivo que cada país de la UE sea autosuficiente en todos y cada uno de los sistemas de armamento.
También es cierto que los costes del equipamiento militar moderno hacen prohibitivo que cada país de la UE sea auto-suficiente en todos y cada uno de los sistemas de armamento (aviones, carros de combate, drones, submarinos, etc.) .
Algún tipo de acuerdo, como mínimo para asignar sistemas concretos a determinados países encargados de producirlos, parece indispensable a largo plazo.
Así pues, la cooperación acabará siendo indispensable si Europa no quiere caer en la total dependencia estadounidense. De momento, parece que este es el camino que prefiere seguir Alemania para no tener que aceptar el predominio francés en sectores clave como el aeronáutico.