Desde que se inició la invasión rusa de Ucrania, las encuestas no paran de favorecer al actual presidente, Emmanuel Macron.
La intención de voto de Macron se había mantenido increíblemente estable entre un 24 y un 26% en prácticamente todas las encuestas realizadas desde el pasado verano. Como Converses explicaba, el 25% parecía un umbral imposible de rebasar por el actual presidente de la República Francesa.
Sin embargo, desde el inicio de la ofensiva de Vladimir Putin contra Ucrania el pasado 24 de febrero se ha iniciado un cambio de tendencia que por ahora continúa: la intención de voto para Macron no ha parado de aumentar y ya se situaba en torno al 30% el día 10 de marzo, un mes exacto antes de la primera vuelta de los comicios (en Francia, si ningún candidato obtiene mayoría absoluta existe una segunda vuelta entre los dos que más votos hayan recibido).
Los tres rivales más inmediatos de Macron, todos situados más a la derecha que él, son percibidos como más o menos pro-rusos
Más allá del “plus” de legitimidad que gana siempre el gobernante que debe hacer frente a una amenaza externa, este fenómeno tiene una explicación simple: los tres rivales más inmediatos de Macron, todos situados más a la derecha que él, son percibidos como más o menos pro-rusos.
Los casos de Eric Zemmour y de Marine Le Pen son los más evidentes ya que son los que más han insistido en buscar un entendimiento con Rusia como elemento clave de una política exterior independiente de cariz gaullista.
Valérie Pécresse ha reivindicado posiciones de corte atlantista (o pro-estadounidense), pero su partido, Los Republicanos, incluye a numerosos amigos de Rusia. El caso de François Fillon, candidato a las elecciones del 2017, es el más evidente.
De los tres, parece que por el momento quien sale mejor parada es Marine Le Pen, que remonta ligeramente y contaría con un 18% de intención de voto. Pécresse y Zemmour en cambio se han hundido en el 13 y 11% respectivamente.
Mientras, en el otro extremo del espectro ideológico, parece que Jean-Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa , concentra cada vez más el voto anti-OTAN, y recogería un 11% de los votos.
Este panorama supone una alfombra roja para que Macron se presente como sola opción realista en un contexto de crisis geopolítica y sus consecuencias económicas.
Por el momento, en Francia (como en muchos otros países europeos) la guerra en Ucrania se gestiona sobre todo con gestos y palabras. Hasta que el impacto de la inflación y la escasez de materias primas se hagan plenamente presentes, se trata sobre todo de “hacer comunicación”. Un ámbito en el que Macron sobresale.
El presidente francés se ha dedicado a presentar una imagen impecable: por un lado, llamadas más o menos regulares con Vladimir Putin, que le permiten reivindicar la importancia de Francia y una cierta sensibilidad hacia los intereses rusos.
Por otro, sanciones económicas y puesta en escena pro-ucraniana, reivindicando así su compromiso con los valores liberales y la Unión Europea.
Aprovechando la presidencia rotatoria de la UE que corresponde actualmente a Francia, Macron intenta cuadrar todo en la cumbre europea de Versailles del 10 y 11 de marzo, que ha organizado con gran pompa.
Sabedor de que la actual situación le sonríe a corto plazo, Macron no se había aventurado hasta ahora a hacer anuncios electorales. De hecho, su candidatura oficial fue presentada discretamente en una “carta a los franceses” que apareció en la prensa el 3 de marzo.
Sin embargo, parece que su progresión en las encuestas le ha envalentonado, y esta semana ha confirmado una primera medida chocante: el incremento de la edad de jubilación a los 65 años. Una política que también defienden Zemmour y Pécresse, y que en Francia provocará seguro una oleada de protestas y huelgas.
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