Ahora ya puede afirmarse con rotundidad, a la luz de las cifras, que España es el país que más se la juega con los fondos europeos. De acuerdo con la información facilitada por la Comisión Europea, el gasto público financiado por el mecanismo de recuperación y resilencia para el período 2021 y 2022 convierte a España en el país que más apuesta por esta vía. Tanto es así que confía en que este recurso representará algo más del 3% del PIB, muy lejos del siguiente en la clasificación que es Grecia que sólo alcanza el 1,8%. Italia es el otro gran beneficiado, sólo confía en los fondos para estos dos años para que represente un 1,2% del PIB, menos de la mitad que España.
La pregunta es obvia: ¿cómo es posible si Italia recibe en términos absolutos una cifra mayor que la española? ¿Cómo es posible que superemos de mucho a Grecia? La razón es muy concreta, todos los demás países de Europa utilizan los fondos en estos dos primeros años, pero confían sobre todo en los recursos propios, mientras que España lo fía todo al dinero de Bruselas. Y aquí se produce un interrogante importante, ¿por qué el primer ministro italiano, Mario Draghi, confía en menor medida en los fondos europeos que Sánchez? No será por falta de experiencia en los asuntos internacionales y económicos, dimensión en la que Sánchez tiene un nivel perfectamente descriptible. Sencillamente el primer ministro italiano apuesta por la carta segura de utilizar el presupuesto general del estado como medida para el relanzamiento, aunque implique un mayor endeudamiento, esperando que conseguirá un mayor aumento del PIB, mientras que España sigue el camino contrario. Y es que los fondos, en último término, presentan incertidumbres en cuanto al ritmo de disponibilidad y sus condicionamientos. Hasta ahora, la estrategia de Draghi funciona mejor que la española. Nuestro país está en la cola del crecimiento, en contra de las perspectivas teóricas iniciales, mientras que Italia la encabeza. Y es que los conocimientos y la calidad de los gobernantes son evidentemente decisivos a la hora de guiar la política económica española.
¿Cuál es realmente la situación de los fondos en ese momento? Y aquí comienza la otra parte del problema, porque si España confía su crecimiento en ellos, al mismo tiempo debe manifestar una gran capacidad para ejecutarlos y de momento esto no funciona bien. Como ya informó Converses sólo se han licitado 5,7 mil millones de los 27.000 previstos hasta octubre, y no parece que en lo que va de año pueda haber una gran corrección al alza en esta magnitud de gasto. Cabe añadir que también van retrasados otros tipos de ayudas que no dependen de los fondos, como las dirigidas a las grandes empresas, que sólo existen en previsión de ejecución 1,4 mil millones de los 10.000 presupuestados. Mejor no es el panorama en las ayudas directas a las pequeñas empresas, 3,5 mil millones en ejecución sobre los 7,4 mil millones previstos. La mitad. No es que sea una gran cifra de cumplimiento pero es mucho mejor que las anteriores.
Además existe un gran desequilibrio entre los diversos sectores que integran el plan de recuperación y resilencia. El que tiene un mayor nivel de gasto comprometido es el de agenda urbana y rural, y lucha contra la despoblación y el desarrollo de la agricultura, que supera el 80%. Le sigue la nueva economía de los cuidados y políticas de empleo, que supera el 75%, una cifra similar a la del pacto por la ciencia y la innovación, refuerzo a las capacidades del sistema nacional de salud , que está en el 75% . Pero, lamentablemente, en la vertiente contraria existe un aspecto clave como es el de una administración para el siglo XXI que no llega al 5%, transición energética justa e inclusiva , 40%, y modernización y digitalización del tejido industrial y la pyme, recuperación del turismo e impulso al emprendimiento. En definitiva, la acción sobre el sector industrial y del turismo y la pyme, apenas alcanza el 40%. En total tampoco alcanza el 50% el de las infraestructuras. En definitiva, a lo largo de los 10 primeros meses del año, la ejecución en general ha sido baja excepto en el sector agrario y rural, y muy baja en aquellos capítulos que determinan más la modernización y competitividad de nuestra economía, infraestructuras, energía, industria, turismo y sobre todo el escándalo de la administración, que es precisamente el punto más flaco de todos y del que depende en mayor medida la ejecución de los fondos europeos.