La subida de impuestos para el 2023 se producirá seguramente con un escenario en el que la inflación habrá quedado bien controlada. Pero cabe añadir que ésta no es una certeza absoluta y además el daño que habrá causado el período inflacionario en las rentas aún no se habrá reparado. Por tanto lloverá sobre mojado.
De hecho, los mercados financieros, según el análisis de coyuntura de Caixabanc Research, cotizan un escenario de inflación y anticipan la subida de tipos de interés. Cuando esto se produzca, y empezará seguramente a percibirse en el 2023, los países con un elevado endeudamiento, caso de España, sufrirán para ajustar sus presupuestos. Este hecho se verá además complicado porque el tipo de gasto que se está haciendo por parte del estado, con recursos propios y con los de los fondos europeos, está generando más gasto estructural que en el futuro deberá pagarse. Si se contrata mucho más personal para la actividad que sea, enseñanza, sanidad, los propios servicios de la administración, y se hace en parte con el dinero de Europa, cuando éste desaparezca, este coste permanecerá y habrá que financiarlo con los ingresos ordinarios.
La reforma financiera que se apunta es muy posible que genere un nuevo foco de conflicto en la clase media, sobre todo cuando se ven hechos como el dado con la tasa de imposición mínima global a las multinacionales, del 15% que, como afirma Piketty, es ridículamente débil. Una pyme, afirma, paga de entrada mucho más, así como lo hacen las personas físicas. El mínimo parte del 20% y puede alcanzar el 40%. Esto hace que el economista de referencia considere que en realidad lo que se ha hecho es crear “un sistema derogatorio privilegiado” para los más poderosos, y considera que la solución debe venir de una mayor presión fiscal sobre los beneficios de las multinacionales y el patrimonio de los milmillonarios. También acabará calando los escándalos de los paraísos fiscales “legales” como Holanda y Luxemburgo, o el hecho de la permisividad en las criptomonedas, que son un instrumento formidable de ocultación fiscal y blanqueo de dinero.
En este contexto hay que recordar, antes de finalizar el año, las promesas de Sánchez. Las que anunciaban una vez más el retorno de la normalidad, las que declaraban que entrábamos en un período de progreso económico, concretamente que la factura eléctrica de las familias y empresas no superen la del año 2018. De todo esto debe responder el presidente del gobierno, que hace días y días que permanece oculto, como es habitual en él cuando el escenario se pone negro.
Su actitud de sólo dar la cara cuando cree que puede aportar buenas noticias no es la forma de proceder de un buen gobernante que lidera su país y sabe explicarle en cada momento la situación, las perspectivas y las razones de las decisiones que toma. El tacticismo de Sánchez en un escenario de crispación, conflicto e incertidumbres es totalmente insoportable.
Una última consideración debe añadirse. El incremento de los impuestos para 2023 es un aumento de la exigencia hacia los ciudadanos, que debe tener necesariamente una contrapartida: el aumento de la eficacia y la eficiencia de las administraciones públicas. Y esto no se ve por ninguna parte. Un solo pero importante ejemplo: lo que habrá perdido la economía española entre el año pasado y éste como consecuencia de la covid; es decir, la cifra global con la que nos habremos empobrecido es al cierre del año actual de entre 120.000 y 130.000 millones de euros. Pero junto a esta pérdida resulta que la deuda pública ha crecido en este período en 240.000 millones, es decir, el doble de la caída de renta.
La pregunta es: esos otros 120.000 millones de deuda que no se justifican por la caída, ¿cómo se explican, en qué se han gastado? Tenemos aquí una importante revisión que ningún gobierno hace: la de mejorar la forma en que gasta nuestro dinero y eso ahora es aún más importante, porque resulta que maneja la exorbitante cifra de los fondos europeos que deben servir para dotar de un nuevo impulso económico al país.